Tuesday, September 27, 2005

Monday, September 26, 2005

Los muertos dicen que no...

George A. Romero ha sido bastante irregular en su trayectoria como realizador de películas de horror, pero, no hay duda, donde ha pisado fuerte, con seguridad y extraordinarios resultados ha sido en sus célebres –paradigmáticas- y ya clásicas entregas de películas sobre zombis. Es en ellas donde ha demostrado sus habilidades cinematográficas y su muy especial concepción del género, misma que le ha permitido adoptarlo como un filtro a través del cual puede mirar de forma crítica su espacio y su tiempo. Y es que Romero podrá haber fallado en algunos momentos de su carrera, pero nunca ha pecado de cineasta políticamente ingenuo; ha sido un agudo observador de la realidad, y sus películas sobre los muertos vivientes, se aprecian como alegorías incisivas de esa realidad. El comentario oportuno social y político, pues, siempre ha estado presente: el microcosmos definido por las tensiones raciales, de clase, de género y el desmoronamiento familiar que era aquella casa en medio de la nada y rodeada de muertos resucitados en La noche de los muerto vivientes (EU, 1968); el carácter básicamente consumista de la sociedad norteamericana castigado cruel y visceralmente por unos zombis que invaden un mall tomado como refugio en El amanecer de los muertos (EU, 1978); o el mundo subterráneo dominado por militares intransigentes en El día de los muertos (EU, 1985). El regreso de Romero a su tema tan querido, después de 20 años, con La tierra de los muertos (EU, 2005) es también, y para terminar pronto, un regreso a esa saludable perspicacia.
Ahora las cosas han cambiado significativamente: los zombis poco a poco van dejando su condición de autómatas antropófagos adquiriendo cierta conciencia, sus víctimas, los vivos, habitan una especie de isla urbana, lejos del alcance de su voraz apetito; en ella sobresale una enorme torre habitada por la clase económicamente privilegiada. Los pobres, los miserables, rodean, en el exterior, la torre con sus casas improvisadas. El dueño de esta ciudad, que recuerda en su división social y espacial a la de Metrópolis, es un ambicioso y despiadado magnate encarnado con maldad contenida por, claro está, Dennis Hopper, quien desde las alturas de su enorme edificio todo lo ve y todo lo controla.
Evidentemente la película se ofrece como un reflejo caricaturizado, irónico y exacerbado de la realidad norteamericana post-11 de septiembre. Romero, sin pudor, sin sutilezas, recurriendo a un argumento a veces delirante pero autoconsciente (hay momentos en la película que, siendo honestos, bordean el ridículo) y a una puesta en escena barroca y sanguinolenta, recrea una Norteamérica caracterizada por los vicios políticos por todos conocidos, y las motivaciones de los zombis ahora parecen estar estrechamente relacionadas con ello. En ese sentido, buena parte del valor de la película radica en sus connotaciones: el personaje de Hopper funciona como el retrato de un Geroge Bush desquiciado, necio, intransigente, arrogante y traicionero, y el hecho de que muera a manos de un par de zombis que en vida fueron marginados sociales (uno de raza negra, el otro de origen latino) no hacen mas que hacer mucho más precisos esos referentes.
Romero ha filmado con un espíritu que ya quisiera la nueva camada de cineastas jóvenes del género, casi siempre contenidos y autocensurados, estileros herederos del look fashion de la MTV. El cineasta no depara en sus impulsos descriptivos y explícitos en las escenas de violencia carnívora, y ofrece a su vez, no obstante la visceralidad, algunas imágenes de una elegancia y refinamiento inusitados (los zombis emergiendo lentamente del agua dirigiéndose a la ciudad en la nebulosa noche es, para mi gusto, uno de los mejores); otros son verdaderos detalles de cierto sadismo implacable: solo basta ver la desoladora parte final, la orgía de carne y sangre a la que han sido sometidos los pocos sobrevivientes que lograron escapar de aquella torre que los resguardaba con lujosa comodidad, escena, por cierto, que tiene mucho de humorada negra, con ecos de revancha de clase que provocaría la envidia de un Buñuel, tan interesado en la puesta en ridículo de ese discreto encanto de la burguesía, en caso de estar vivo y de haberse interesado en los caminos del gore.(Por Josè Abril)

Sunday, September 18, 2005

Queremos tanto a Nico


Nico antes que artista fue una leyenda, la viva imagen de la decadencia femenina en la escena del rock quizá mucho más que Marianne Faithfull. Pero eso no impide que se considere su contribución vocal, enorme hay que decirlo, en varios proyectos musicales de gran trascendencia en la historia de la música contemporánea. De aquí pues que su prácticamente ninguneo al momento de hacer una retrospectiva sea un tanto injusto. Nico fue algo más que la imagen y la voz de los primeros Velvet Underground, y el hecho de que haya batallado para ingeniárselas con el genio de esa otra femme fatale que fue Lou Reed no impide señalar su papel fundamental en ese gran teatro que es el rock & roll. Nico lo fue todo: Chica mimada de Andy Warhol, actriz efímera de Federico Fellini (en un breve papel en La dolce vita), amante ocasional de Jim Morrison, modelo de belleza impresionante que renunció a su fama por las pasarelas para entregarse mejor a su adicción a la heroína, jonkie y madre terrible que indujo a su hijo al mismo camino (el de las drogas pues) como único vínculo entre los dos, pero pocos recuerdan que Nico fue la dueña de una portentosa y grave voz, imperfecta pero enigmática, que entre canción y canción evocaba esa fría melancolía inherente a las lúgubres y sórdidas atmósferas del cabaret alemán en su sentido más expresionista. Como una irrefutable muestra de lo anterior y para fortuna nuestra ha salido a la venta un merecido disco recopilatorio bajo el sugerente título de Inocent & Vain. La recopilación reúne algunas de sus muy importantes contribuciones en varios proyectos: desde sus conocidas interpretaciones para la Velvet Underground (All Tomorrow’s parties, Femme Fatale) hasta sus colaboraciones con Brian Eno y John Cale, este ùltimo compañero personal y musical después de la Velvet… y productor de sus discos como solista, pasando por las interpretaciones a su muy particular manera de canciones de Bob Dylan (I’ll keep it with mine) y de The Doors (la muy tenebrosa versión en vivo de The End ). Nico, inocente y vanidosa, fue por siempre el primer gran crooner en un cuerpo de mujer que desde las sombras anunciaba su propia agonía. Irónicamente su agonía no tuvo el aura decadentemente prestigiosa de su vida: muere al caerse de una bicicleta en 1988, justo después de haberse retirado de sus vicios. (José Abril)

Wednesday, September 07, 2005

Gente felina

Fue Richard Avedon quien con esta foto colocó a Natasha Kinski como icono sexual en la década de los ochenta y en la órbita cultural de entonces, no sus colaboraciones con realizadores como Roman Polanski, Wim Wenders o Andrei Konchalovski como muchos piensan. Si bien, películas como Tess (Francia, 1980), Paris, Texas (Alemania, 1983) o Los amantes de Marìa (EU, 1984), lograron capturar el aspecto más frágil y vulnerable de esta actriz de mirada siempre triste, con personajes siempre varados en el desamparo, fue Avedon que –fotógrafo a fin de cuentas- pudo identificar la fascinación ambigua que el físico de la Kinski siempre ejercía. La foto, que a su vez era una suerte de paráfrasis visual de una célebre pintura de Franz Stuck, se presentaba como el registro de esa belleza gélida, fría, de rostro inagotablemente melancólico en el que subyace el instinto más primario, la sexualidad pagana, agresiva y animal. Quizá el único y el último cineasta que pudo captar a la actriz en ese mismo registro haya sido Paul Schroeder, en una película de la que ahora pocos se acuerdan y que un servidor acaba de redescubrir: Cat people (EU, 1982). Re-make de un clásico de los cincuenta, la película pudo apreciarse como una metáfora sobre la naturaleza animal del sexo, donde una pareja de hermanos –Kinski y Malcolm McDowell- tienen que lidiar con la dualidad de sus personalidades, por un lado la de personas normales y por otro la del aspecto animal que en ellas subyace, que se libera adquiriendo la forma de un agresivo leopardo al experimentar sus impulsos y deseos eróticos. La primera parte de la película sigue prácticamente los convencionalismos propios del cine de horror, marcados por un McDowell que tiene plena consciencia de su naturaleza, sin escatimar en el sadismo de sus actos sangrientos y que exige consumar el incesto a su reticente hermana aun reprimida para alcanzar la redención. La segunda parte es la mejor, y es donde Schroeder deja que Kinski actúe cargando esa ambivalencia de inocencia y perversidad, de víctima y verdugo sexual a un tiempo. La historia de horror cede pues su paso a la fantasía erótica de perversión sugerente. Irena o Natasha, que en términos simbólicos viene siendo lo mismo, renuncia a su condición virginal y proclama su condición bestial a su enamorado, un zoólogo empedernido, exigiéndole que la elimine o que libere su verdadera naturaleza a través de la copulaciòn. Desenlaces inquietantes sí los hay: el hombre preferirá a la bestia, y su reiterativo acto sexual será el rito establecido que permita a su amada mantener su forma animal.
Después de esta audaz película de horror, Natasha Kinski volvió a recuperar el personaje que hasta la fecha ha interpretado, el de esa mujer de suprema elegancia. vulnerable siempre, belleza con ciertas licencias para su vida erótica.
A propósito de bellezas gélidas: Buñuel ya había jugado con un icono similar a principios de los setenta. Catherine Deneuve se prestaba a ciertos juegos perversos en Bella de día (Francia, 1972), pero eso ya es boleto para otra función…(Por Josè Abril)

Thursday, September 01, 2005

Veamos Film Noir contemporàneo...

Uno de los gèneros que màs me atraen es el llamado cine negro, film noir diran los franceses, y es por eso que el cine club a mi cargo El ojo en la cerradura en colaboraciòn con el cineclub La Casa, de la Casa de la Cultura de Sonora, ha organizado un ciclo dedicado a revisar algunas de sus piezas importantes en su vertiente contemporànea. Las citas son a partir de este sàbado...Como sigue:

Perros de reserva
(EU, 1995)
Dir: Quentin Tarantino
3 de septiembre, 2005
Un grupo de asaltantes se enfrentan entre sì después de un fallido asalto. El grupo piensa que alguien de ellos los traicionó y no pararán hasta descubrir quién es. Brillante debut del ahora famoso realizador Tarantino, quien sorprendió con esta película gracias a una novedosa e ingeniosa construcción argumental y diálogos de un humor frío y desconcertante.

La última seducción
(EU, 1997)
Dir: John Dahl
10 de septiembre, 2005
Una joven ambiciosa huye de Nueva York después de haber robado una millonaria cantidad de dólares a su no menos ambicioso marido. Oculta en un pueblo, decide desarrollar un plan para deshacerse de su desquiciado marido y del joven con el que ahora se ha involucrado sentimentalmente, para poder disfrutar sola y sin ningún obstáculo del motín. Fascinante muestra de film noir actualizado, destacable, entre muchas cosas, por la seductora actuación de Linda Florentino, una auténtica Femme Fatal.

Cliente muerto no paga
(EU, 1984)
Dir: John Landis
24 de septiembre, 2005
Divertido homenaje al cine negro en su período clásico (1930-1940) con Steve Martin en plan de ocurrente detective privado. La película sorprendió en su momento por su montaje: son fragmentos organizados de películas viejas del film noir la que dan forma y cuerpo a esta original parodia.

Esperamos pues su asistencia a las funciones en la Casa de la Cultura de Sonora (domicilio conocido), a las 4:00 y 7:00 PM. Cover $10