Friday, November 18, 2005

He lost control...

El pasado mes de mayo se cumplieron 30 años de la muerte de Ian Curtis, uno de los iconos fundamentales del rock y uno de los artistas más emblemáticos e influyente de las tres últimas décadas del siglo pasado. Este año que ya agoniza es el de su aniversario luctuoso. Tal vez ignoren quien es el tal Curtis o tal vez lo conozcan de sobra, de cualquier manera, no estará de más decir que Curtis fue lider de Joy Division, banda que supuso una transición entre el punk de mediados de los setenta y el rock britànico de los incipientes ochenta, fue un genio musical de personalidad sombrìa: introvertido, incisivo, obsedido siempre por la muerte de aquellos que admiraba, curiosamente artistas la mayorìa de ellos suicidas, y portador de una visión fatalista, reflejada en sus letras cargadas, siempre, de una poesía obscura y pesimista. Aquejado por una epilepsia progresiva decide terminar con su vida el 18 de mayo de 1980 a los 23 años de edad. Para más señas: la banda que formó en el revulsivo Manchester de finales de los setentas –Joy Division- hoy la conocemos e identificamos como New Order.
Es en este año, cuando, a manera de homenaje, se decide realizar un proyecto cinematográfico sobre su vida. La base del proyecto es la biografía que la propia viuda de Curtis, Deborah, publicó bajo el sugerente título Touching from the distance. La dirección corre a cargo de Antón Corbijn, una selección inteligente si tomamos en cuenta que Corbijn fue, durante la breve existencia de Joy Division, su fotógrafo oficial.
No es la primera vez que el nombre de Ian Curtis y el de su grupo Joy Division se relacionan con el mundo del cine. Ya en el 2003 el británico Michael Winterbottom había realizado una película que nunca se estrenó en nuestras carnavalescas y superkitsch salas de cine pero sí logró colarse vía DVD bajo el título de 24 hours party people. En realidad la película no se centraba ni en Curtis ni en la banda, sino en la figura de Tony Wilson, extravagante personaje que era a la vez periodista musical, empresario e impulsor y representante de aquellas bandas que estaban emergiendo en el Manchester de finales de los setenta como los propios Joy Division o los Happy Mondays. La película resultó una ingeniosa biografía, pero también una mirada muy ilustrativa a ese Manchester que desde los setentas hasta los noventas permanecía como testigo de los cambios que la música y sus usos manifestaba: desde el punk proveniente de Londres hasta la llamada cultura de club que se establece con la música electrónica, pasando por el post-punk, el gótico, la new wave y el tecno. Es precisamente en la primera parte del film donde el director nos permite echar un vistazo, un tanto apresurado pero significativo a Ian Curtis y Joy Division; en breves minutos nos enteramos de la génesis del grupo, de la dinámica entre sus integrantes, de la personalidad taciturna de Curtis, de ese carácter a veces bizarro que adquirían sus conciertos debido a los ataques de epilepsia que Curtis sufría sobre el escenario, a mitad del espectáculo, y a ese inevitable final de la banda después del suicidio de su vocalista. La película en su conjunto, independientemente de que conozcamos o no sus referentes, no tiene desperdicio: vale como un documento visual y musical del Manchester de aquellos años, ingeniosamente complementado en gran parte con numeroso material de archivo.
En fin, es probable que pase buen tiempo antes de ver la biografía cinematográfica de Curtis en nuestras pantallas…es mucho más probable que ni siquiera llegue…pero en caso de estar interesados en el asunto Curtis o Joy Division pueden buscarse la película de Winterbottom, que como fuente de consulta es bastante interesante y recomendable. (Josè Abril)

Monday, November 07, 2005

9º tour de cine francés en México

Solamente los imbèciles y los snobs irredentos asisten al cine como un deber cultural…
Jorge Ayala Blanco

Por novena vez nos llega una pequeña muestra de lo que cinematográficamente se hace en Francia. Y aunque no hay mucho de que sorprenderse, la muestra sirve para darse cuenta de dos cosas: 1) que la frivolidad no es exclusiva del cine “made in Hollywood”, y 2) que aun quedan bastantes incautos que creen que el cine hablado en cualquier idioma que no sea el ingles (y más aun con acento gringo) adquiere automáticamente la etiqueta de “cine de arte y ensayo”…Snobismo ingenuo: resulta curioso como en este tipo de eventos (incluida la “Cámara alternativa” de Cinemark) acude gente que desprecia ir a nuestras carnavalescas e hiperkitsch salas de cine cualquier miércoles de 2 x 1 o cualquier fin de semana para reservarse mejor la proyección de esa película con título y actores de nombre impronunciable, como quien cuida alimentar su currículum, sin percatarse de que lo que están presenciando puede ser tan malo como lo que nos presentan esas obras que por pura maraña ideológica desprecian. De las siete películas, sólo vi cuatro; ni modo, ir al cine hoy resulta muy caro, y para la selección me dejé llevar por mis prejuicios… es precisamente de las cuatro que vi de las que a continuación van mis apreciaciones. En orden de importancia, como sigue:

Las fantasías de Lila (2003). Realización de Ziad Doueiri que presenta la crónica sentimental de Chimo, joven de origen árabe deslumbrado por Lila, lolita de barrio marginal que con su belleza y personalidad sexualmente desenfadada trastoca la vida cotidiana de quienes la rodean. Fresca y emotiva historia del primer amor, un amor que se malogra y en su amargo desenlace los implicados encuentran su doloroso y repentino paso hacia la madurez. Retrato de dos personalidades adolescentes diametralmente opuestas pero inevitablemente complementarias, que en su reconocimiento mutuo encuentran la experiencia iniciàtica que les pondrá los pies sobre la tierra. Aunque la historia se centra en Chimo, el interés en general se desplaza a Lila: personajes femeninos tan vigorosos y desarmantes como el de ella pocas veces se han visto en el cine francés (digamos que es una suerte de Amelie pero menos ñoña y mas cachonda y maliciosa como evocando a la Brigitte Bardot de Y Dios creo a la mujer de Roger Vadim).

La dama de honor (2003). Realización del ya veterano y también ya clàsico Claude Chabrol que narra la enfermiza relación entre Philippe, disciplinado joven clasemediero, y Senta, enigmática y obscura mujer en extremo demandante de atención y cariño. Como ya es su costumbre, Chabrol toma como pretexto una típica anécdota de thriller (en este caso una novela policíaca de Ruth Rendell) para desarrollar inquietantes retratos de personajes obsesivos, marcados por pasiones que los ciegan, en las que encuentran su extravío y perdición. Pese al argumento, no hay suspense porque lo que interesa a Chabrol es contemplar, como agudo entomólogo, el abismo que el ingenuo y encantado Philipe se va construyendo a si mismo ante las solicitaciones cada vez más siniestras de ese –ahora sí- su obscuro objeto del deseo.

Ducha fría (2004). Realización de Anthony Cordier sobre los agotadores días de entrenamiento de Mickael, un joven que aspira ser un campeón de judo. Pretenciosa y reiterativa película que gira en torno a un mismo punto sin encontrarle ninguna variante, salvo el trío eròtico-amoroso que el protagonista establece con su novia y su mejor amigo y que el realizador incluye flojamente, sin sólida base dramática, para darle a su especie de versión francesa y adolescente de Rocky la trascendencia que no parece alcanzar con la sola exposición de las repetidas horas y los días de entrenamiento del protagonista.

Agentes secretos (2004). Realización de Frederic Schoendoerffer que gira en torno a un grupo de agentes secretos que sufren la traición del organismo para el que trabajan. Confusa y complicada película de espionaje, barroca en su construcción dramática, torpe en su progresión y con un arranque que parece nunca terminar. La película es de esas que se esmeran por demostrar que los franceses son capaces de realizar películas tan hollywoodenses como las del propio Hollywood (véase las últimas obras de Lucc Besson y la mayor parte de las películas protagonizadas por Jean Renno). ¿Lo bueno?: 1) siempre es de agradecerse ver trabajar al tandem Cassel-Bellucci, 2) es la primera vez que se ve (por lo menos en mi caso) a Monica Bellucci en un personaje –irónicamente, dado el tipo de película- con muchos más matices y lejos de los personajes en la que se ha encasillado (o sea de puta o en plan de atractivo visual)