Monday, February 12, 2007

Mad Max en la cúpula maya

Mel Gibson siempre me ha dado pereza. Salvo sus colaboraciones como actor para la trilogía de “Mad Max” (George Miller, 1979/1981/1985), por su participación en la interesante “El año que vivimos en peligro” (Peter Weir, 1981) y un que otro registro cómico en su simpático personaje de de la serie “Arma Mortal” (Richard Donner, 1989), el australiano no ha hecho mas que repetirse en cada papel, ofrecer el mismo rictus, sus mismos y típicos tics de alguien que parece afectado por el síndrome de la abstinencia (alcohólica supongo). Gibson es de esos actores como Tom Cruise, sobrevalorados por los demás, empezando por ellos mismos. No pasa de ser una figura mediática más tan popular y tan retrogrado y conservador como esos medios que tanto lo ensalzan.
Pero cuidado, Gibson tiene ambiciones y no conforme con ser el galán otoñal, a veces duro otras tanto de un carisma impostado, ahora le ha dado por dirigir siguiendo los pasos de tantos actores que han decidido pasarse tras la cámara, algunos con más fortuna que otros por cierto. Pero a diferencia de sus colegas, Gibson se ha sentido tocado por el espíritu ampuloso de Cecil B. De Mille y ha sentido, por lo tanto, que lo suyo es el camino de la mega producción. Pobre ingenuo…no es el primero que piensa que el dinero puede llenar los vacíos que la falta de talento pueda dejar. De Mille, eso sí, usaba grandes cantidades de dinero para sus películas, pero sabía usarlas, independientemente de lo soporífero de sus realizaciones, De Mille era un realizador a la altura de sus ambiciones, un cineasta en toda la extensión de la palabra, y una persona con un sentido de lo cinematográfico del que parece carecer Gibson.
Si su trabajo actoral me resulta poco atractivo, su papel como realizador tampoco me entusiasma del todo. No había visto sus realizaciones, primero por puro prejuicio, segundo por que los temas y géneros que suele escoger no son mucho de mi agrado. Primero fue “Corazón Valiente” (1995) película que se inscribe en un cine, el épico, del que prefiero alejarme. Después vino “La pasión de Cristo” (2004), que no vi en su momento porque creía – y aun creo- que el asunto estába trilladísimo y difícilmente algo novedoso podía agregarse a la historia más filmada en la Historia del cine. Ni la sangre excesiva, ni la crueldad -elementos que se agradecen en una buena película-, ni sus diálogos en latín, hebreo y arameo –y el que guste agregar- pudieron borrar la sensación de déjà vu en el momento que decidí verla. Y ahora “Apocalypto” (2007), otra cinta “a lo grande” que busca a grito desesperado (nuevamente) ser considerada LA película.
Dejando a un lado prejuicios, y después de tres ambiciosos trabajos cabe preguntarse ¿Es Gibson un buen director? Automáticamente podríamos responder con un gustoso y rotundo NO. Pero pensando un poco más la respuesta, después de ver “Apocalypto”, creo que es justo señalar que Gibson menos que un director es un artesano irregular, que puede ser hábil y eficaz en contados momentos y torpe e ingenuo cuando su megalomanía se impone. Esta megalomanía que impregna sus trabajos, ese afán por alcanzar la trascendencia, es la que acentúa los defectos de unos productos bastante elementales y vacíos.
“Apocalypto” es un título pretenciosísimo para una película pobre, que no plantea gran cosa, pero, a pesar de su pobreza de ideas, contiene momentos atractivos. Para empezar son dos películas en una. En su primera, larguísima y aburrida primera parte, Gibson pretende repetir el numerito “grueso” de su anterior: el martirio al que sometió a su Jesucristo splatter en “La pasión...”ahora lo proyecta en el sufrimiento de un maya que es conducido hacía su crucifixión, en este caso sustituida por el sacrificio en cierto ritual maya. Y en la segunda parte (¿su resucitación?) el vía crucis da pasó a una trepidante película de acción hiperviolenta en la línea precisamente del Mad Max en su segunda entrega, donde la venganza y la sobrevivencia son los motivos centrales. En este caso el contexto y los diálogos en maya, son puro ornamento, puro artificio, puro telón de fondo en los que se pretende descanse esa trascendencia que siempre termina por boicotear al Gibson director.
La película bien puede disfrutarse si se ve desde la misma lógica con la pudiéramos ver a inefables productos como “Conan, el bárbaro” (otra de acción trepidante en pretéritos mundos exóticos) o como la ya mencionada “Mad Max”. De ahí lo gracioso de todo este asunto, porque “Apocalypto” es una película que se cree grande, adulta en un sentido artístico, pero no se da por enterada que en esencia es una simple, ordinaria película de acción plana y uniforme al inicio, que mejora en su segunda parte por una serie de detalles si bien bastante incorrectos para algunos muy efectivos para otros (por lo menos para mi). Hay en ella una ambientación bastante aterradora (la entrada a la imponente ciudad maya como si del descenso a los infiernos se tratara), unas imágenes con harto regusto mórbido (esas montañas de putrefactos cuerpos decapitados), una inagotable persecución como en toda película de acción efectiva y hasta ingeniosas y muy gráficas muertes que el héroe protagonista propina a sus perseguidores (los detalles sanguinolentos nos permiten pensar en las posibilidades de un Gibson en el viejo cine de terror serie B).
Es con esos detalles que Gibson nos confirma, de paso, eso de que dentro de un retrogada, de un conservador recalcitrante, siempre se esconde un alma por demás enferma y retorcida. Si Gibson no se sintiera un genio, un visionario tocado por mano divina otra cosa sería.