Friday, November 20, 2009

Herzog


Un muy completo dossier ha sacado la revista virtual Miradas de cine sobre el indomable Werner Herzog. Dos amplios artículos (casi ensayos): uno sobre el realizador, el otro, a manera de contextualización, sobre el Nuevo Cine Alemán, y, el relleno cremoso del asunto, textos críticos sobre muchas de las peículas–que no todas- que conforman su amplia filmografía, incluido ese temido (por servidor) remake de Bad Lieutenant (Ferrara, 1992). Para acceder aquí. Píquenle, no se arrepentirán.

(José Abril)

Tuesday, November 10, 2009

Nacida para posar


Un dato histórico quizá irrelevante pero sintomático: desde que Dios creó a la mujer (Francia, 1958) por vía, gracia y urgencia de Roger Vadim se estableció la idea de que cara y cuerpo podían compensar la ausencia de talento en la pantalla. Y compensarlo por partida doble, en este ya clásico caso: el de la Bardot, Brigitte, y el del propio realizador. La cosa funcionó: la actriz, no obstante sus limitaciones histriónicas, se volvió canónica y el realizador, siempre oculto tras el cuerpo y la cara de sus esposas en turno (Jane Fonda incluida) trascendió –pero trascendió a fin de cuentas gracias a ellas- como uno de los cineasta más exitosos a la vez que incompetente y más o menos mediocre de su generación (aquella cercana a la irrupción de la Nueva ola francesa) y, gracia a parte, el menos pretencioso, pues sus guiños lejos estaban de la sangrona broma local intelectualizada que tan entusiasmados promoverían sus colegas. Para decirlo pronto: una mala película de un mal director sobre una mala actriz (pues la naciente actriz era el tema mismo) que tenía un buen cuerpo que mostrar y cara para agradar.

Ahora, salvando las justas y adecuadas distancias, intercambiemos a la Bardot por cualquier actriz mala pero de belleza impagable del presente inmediato. Megan Fox, por ejemplo, que NO es la Bardot, pero de que talento le falta y belleza tiene como aquella es una realidad más que evidente. Con ella la regla se sigue cumpliendo: para compensar carencias bien vale plantar frente a la cámara a cualquier sex symbol autoconsciente en turno. Michael Bay, director sobrevalorado por sí mismo, lo supo: sólo hay que ver a la Fox posando como imagen de tatuaje naco muy en el gusto del whitetrash promedio, en cualquiera de los encuadres de unas películas que no saben de qué van (los Transformers, pues); un desconocido Robert Weide siguió la pista: no dirige sólo permite que la Fox se dedique a ser ella misma (un poco boba, un poco despistada, un poco castaña con alma y actitud de rubia californiana) creyéndose, de paso, reflejo contemporáneo de ¡Anita Ekberg! en esa suerte de homenaje subnormal a La Dolce Vita (Fellini, Italia, 1960) que es Cómo perder a tus amigos (EU, 2008).

Diablo Cody y Karyn Kusama siguen la tradición con Diabólica tentación (EU, 2009). Belleza antes que talento y talento que escasea por partida triple: el de la propia actriz, el de la guionista y el de la de directora.

El título original es Jennifer’s body pero bien pudo llamarse El diablo en el cuerpo, como la célebre película de Marco Bellocchio, o, si se prefiere, Un reptil con piel de mujer, como la delirante película de Fulci, para redondear esos juegos referenciales que tanto gustan a la guionista Diablo Cody, aunque su universo referencial sólo alcanza para el grungero guiño generacional, y eso funciona en caso de saber quién fue Courtney Love más allá de su famosa viudez y cuál ha sido su legado musical.

Lo de Bellocchio era pura metáfora pero jugando aquí se puede aplicar en sentido literal. Precisamente aquí hay un cuerpo, el de la Fox, queda claro, poseído por un demonio que necesita alimentarse de carne humana, especialmente carne de hombre. Lo demás es fácil de imaginárselo; el problema es que imaginarse la historia después de un planteamiento de esta naturaleza – si bien ya explotado en no pocas películas de terror, por demás atractivo- uno corre el riesgo de entusiasmarse demasiado. Cuidado.

Temática muy serie B que promete y sugiere cosas pero ofrece muy poco. El de Cody resulta un guión más bien ramplón y anodinamente resuelto por parte de Kusama. Hay intereses como plantear estereotipos y jugar con ellos, confrontarlos y llevarlos hasta sus últimas consecuencias. Por momentos pareciera jugar con la idea de parodiar en versión negra cosas tipo Bervely Hills 90210, e incluso transgredir los códigos del cine de terror desde una perspectiva de género (y no precisamente cinematográfico). Pero ni lo uno ni lo otro.

Ya desde (pese a todos) la interesante Juno (Reitman, EU, 2007) quedaba claro que Cody no tiene una imaginación propiamente cinematográfica y que para ella la manera más fácil de resolver las cosas es a través del diálogo, unos diálogos cargados de referencias pretendidamente pop, si bien algunos con cierta gracia la mayoría bastante impostados. Esa marca de la autora que es a la vez su lastre, se potencia negativamente en esta ocasión, más aún si tomamos en cuenta que el terror, y aquí el terror combinado con una comedia de ciertas connotaciones eróticas, es un género físico por antonomasia. El asunto se agrava si a ello sumamos las limitaciones propias de Karyn Kusama, la realizadora.

Así, mientras que Cody plantea unos chistes verbales bastante obvios sobre la música, los media y la sexualidad a través de unos diálogos que se creen provocadores, incisivos o audaces (cosas como “Es verdad: está escrito en wilkipedia” o “Sí, bateo para ambos lados”…), Kusama, que carece de todo sentido del humor (sólo hay que ver sus películas anteriores: Girlfight y Aeon Flux) no hace el mínimo esfuerzo por sacarles partido, y cuando intenta ser chistosa por propia mano y no por la de la plana guionista se conduce por paroxismo irremediablemente al ridículo (ver la escena del rito satánico: pena ajena). Mientras que Cody nulifica el suspenso ahí donde debería haber, precisamente porque se le olvida el terror al invertir demasiado en sus “chispeantes” diálogos, Kusama que es pretenciosa hasta en las cosas más naive (por algo su Aeon flux se echo a perder) se toma saboteadoras licencias poéticas a tono, supongo, a la feminidad implícita y explícita del film.

¿Y Megan Fox? Bueno, como siempre es ella misma y su autoconsciencia de sex symbol: un poco boba, un poco castaña con alma y actitud de rubia californiana, esforzándose, en este caso, por verse un poco vamp, aunque no se dé por enterada que para ello hace falta más que batirse la boca con sangre artificial.

(José Abril)