Tuesday, December 29, 2009

2009


Diez razones para explicar el 2009 como un año, pese a todo, llevadero. En estricto orden de importancia, como sigue:




1. Déjame entrar (Suecia, 2008). Dir: Thomas Alfredson



2. Standard operating procedure (EU, 2008). Dir: Errol Morris


3. Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo (México, 2008). Dir: Yulene Olaizola


4. Mi vida dentro (México, 2008). Dir: Lucía Gajá



5. Coraline y la puerta mágica (EU, 2009). Dir: Henri Selick



6. Un conte de Nöel (Francia, 2008). Dir: Arnaud Desplechin



7. Gran Torino (EU, 2009). Dir: Clint Eastwood



8. La clase (Francia, 2008). Dir: Laurent Cantet



9. Happy Go-Lucky (Inglaterra, 2008). Dir: Mike Leigh



10. La duda (EU, 2008). Dir: John Patrick Shanley



Cinco menciones especiales:

1. Sector 9 (EU/Nueva Zelanda, 200). Dir: Neill Blomkamp
2. Star Trek (EU, 2009). Dir: J.J. Abrams
3. Eden Lake (Inglaterra, 2008). Dir: James Watkins
4. Los Cronocrímenes (España, 2007). Dir: Nacho Vigalondo
5. El sustituto (EU, 2009). Dir: Clint Eastwood

Cuatro películas infladas:


1. (Para abrir 2009) El curioso caso de Benjamin Button (EU, 2009). Dir: David Finsher
2. Quiero ser millonario (Inglaterra, 2008). Dir: Danny Boyle
3. Bastardos sin gloria (EU, 2009). Dir: Quentin Tarantino
4. (Para cerrar 2009) Avatar (EU, 2009). Dir: James Cameron

Una decepción:

1. Los abrazos rotos (España, 2009). Dir: Pedro Almodóvar

FELIZ AÑO NUEVO

(José Abril)

Sunday, December 20, 2009

Una breve / VII


Cuando James Cameron se toma a sí mismo demasiado en serio sale el peor James Cameron que en términos comerciales suele ser el mejor. Ese Cameron muy cercano a una suerte de Cecil B. DeMille a tono a nuestros tiempos, tecnología de punta mediando, solemnidad y cursilería a raudales aunque correctamente manipuladas en unas narraciones que suelen ser de gran impacto masivo. Con The abyss (1989) enseñó el cobre através de una soporífera –y larguísima- película de ciencia ficción protospielbergiana; después, en Titanic (1997) lo corroboró através de su romanticismo trasnochado y tragedia seudo-shakespiareana con contexto de –más larguísima aún- disaster movie cursi; y ahora, con Avatar (2009), se reafirma como tal, o sea el peor James Cameron y el Cecil B. DeMille que las nuevas generaciones se merecen, mediante un producto que se antoja ver como su película-suma, es decir: solemne, soporífera y cursi.

Y es que más allá de su acabado técnico y visual, que ofrece sus momentos notables pese a tender a recrear todo (o buena parte del todo, principalmente las escenas nocturnas) con una chocante estética neo(n)psicodélica, como de ambientación de rave tardío, lo que irrita es ese carácter de panfleto, ese discurso pretendidamente didáctico y su aspiración de (obviota) metáfora política con la que Cameron parece sentirse satisfecho. Sin darse por enterado, lo que ha elaborado es una versión corregida y aumentada de la no menos soporífera, solemne y cursi Danza con lobos (Costner, EU, 1990). Corregida según los cánones de la ciencia ficción y aumentada con su exotismo tribal (música incluida) codificado en este caso por el universo extraterrestre, su buenrollismo new age, su ecologismo de manual, su esquematismo de guión académicamente perfecto (los muy muy buenos vs los muy muy malos) y su oportunista comentario travestido sobre el intervencionismo militar de su país. Película "con mensaje" pues. Y en el sentido más petulante y románticamente ingenuo del asunto.

El MENSAJE justifica el derroche de medios. Mi inflado presupuesto, dirá Cameron, como, suponemos, pensaba DeMille en plan de predicador y proselitismo religioso con sus costosas películas bíblicas. Pero, como muy acertadamente nos comentaba un antiguo maestro (qpd) ironizando sobre el mensaje que supuestamente las películas deben contener, si se quiere dar o encontrar el mensaje mejor usen el contestador o, haciendo ajustes de tiempo, el buzón telefónico del cel.

(José Abril)

Thursday, December 03, 2009

El quimérico inquilino


Sorprende la enorme semejanza entre el Inquilino (Francia, 1976) de Polanski o el muy estimable thriller con pasoliniano chico-teorema Apartament Zero (EU. 1988) del actor-director Martin Donovan y la opera prima de Yulene Olaizola Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (México, 2008). Sus más que obvias distancias genéricas (aquellos desde la más formulada ficción –del horror al suspenso psicológico-, ésta desde la más transparente, directa y más o menos espontánea técnica del documental y la entrevista a profundidad) no impiden coincidir en esa misma fuerza perturbadora, inquietante, que desprende el abordaje de un tópico que parece resultarles muy caro: el extraño, ese extraño que llega a un ajeno universo doméstico para transformarse (física o psicológicamente) y cautivar, seducir, transformar pues –para bien y / o para mal- a quienes le rodean.

El extraño era en sí mismo el centro en la película de Polanski (interpretado por el propio director), y su paulatina transformación marcada por las cuatro paredes de su apartamento, que parecían obligarlo a apropiarse de la identidad de su suicida predecesora, lo orillaban a una inmolación ante la atónita mirada de sus vecinos, testigos morbosos del acontecimiento.

El extraño era más un pretexto en la película de Donovan, pues aquí interesaba mostrar los efectos colaterales (sentimentales, psicológicos, sexuales) de su presencia, subyugante, seductora, en los habitantes de una vieja casona de huéspedes en un barrio bonoarense, atónitos, desconcertados ahora al descubrir el monstruo detrás de la belleza o viceversa.

Más cerca de Donovan pero sin marcar la diferencia con Polanski, el extraño es en Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, una presencia evocada, o si se prefiere, una ausencia que pesa por ese efecto colateral de la estancia y tránsito por una vieja casona de la ciudad de México en la que vivió sus años más significativos. Y pesa, esa ausencia, por los recuerdos de unos “personajes” seducidos primero, desconcertados después, como los de Donovan, ante el hallazgo del monstruo –hipotético en este caso-detrás de la belleza. Y viceversa.

Aquí el extraño fue Jorge Riosse, otrora inquilino de la ahora veterana Rosa Carbajal, abuela de la propia directora. Un joven de origen incierto y personalidad esquiva. Poeta, músico y pintor. Homosexual supuesto y asesino serial por mera asociación empírica con unos asesinatos ocurridos durante los últimos meses de su vida.

Pero más allá del intento por esclarecer un pretérito caso de nota roja irresuelto, realizar una crónica policiaca o regodearse en la sordidez de unos acontecimientos que nunca estuvieron del todo comprobados, Olaizola prefiere irse por la vía del testimonio como exorcismo emocional de un fantasma que aún ronda y cala en la familia. Apuesta por la evocación y deconstrucción de un personaje que forma parte de un pasado más o menos lejano como pretexto para evidenciar sentimientos, obsesiones ambiguas muy vigentes y elabora, a su vez, el retrato compartido (e indirectamente intimista) de dos mujeres tocadas por la belleza (literal y simbólica), seducidas, marcadas por ella, y ahora cómplices ante la inevitable fascinación que sobre ellas todavía ejerce. El recorrido de la cámara por ese caserón que resguarda celosamente el legado artístico y escabroso de ese extraño, es a fin de cuentas el recorrido por los pasillos de un monumento necrófilo a quien ha sacudido fuertemente las vidas de sus habitantes.

Es ese legado del que se sirve Olaizola no solamente como evidencia física de quien pasó y anduvo, sino también del peso que mantiene. Y es ese variado material (tapes con la voz de Riosse, sus poemas, su obra gráfica y plástica, incluso un obscuro archivo hemerográfico sobre sus supuestos crímenes) del que se sirve la película para definir su estructura y progresión (dramática, pese al género); así pasamos de los dibujos kitsch de rostros y figuras femeninas a pinturas de naturaleza mucho más obscuras y violentas (salvando las distancias: casi baconianas), de las canciones románticas cantadas por el propio Riosse o sugerentes textos poéticos a desesperados y obsesivos, casi psicóticos garabatos en la pared (“no soy homosexual”), porque el encantamiento va dando paso poco a poco al horror. El monstruo detrás de la belleza.

Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo es un documental, pero me gusta jugar con la idea de que Olaizola ha recurrido a alguno de aquellos personajes atónitos de Polanski, sobre todo aquellos desconcertados –seducidos también- de Donovan, ahora ya viejos, para tratar de demostrar con sus testimonios que, a pesar del tiempo, esa belleza no obstante el horror contenido aún cala.

(José Abril)