Thursday, August 12, 2010

Lynch para Dior (1)

Un spot realizado recientemente por David Lynch para la Casa Dior. No es la primera vez que el cineasta incursiona en la realización de este tipo de publicidad. Anteriormente ya lo había hecho para Calvin Klein o Yves Saint Laurent (en ambos casos para un perfume). En este caso, el spot fue realizado bajo el formato de cortometraje (una duración aproximada de 16 min.) con la presencia de la francesa Marion Cotillard. Lynch asumió el papel de hombre orquesta: dirección. guión, edición, parte de la fotografía y música. El estilo Lynch es más que evidente, muy en el tono, sobre todo, de sus dos últimas realizaciones. Lady Blue Shanghai es el título y el pretexto de esta fantasía onírica es un bolso de mano. Aquí abajo en dos partes.

(Dsculpen pero como no sé cómo diseñar esto, hice dos post aparte: aquí esta la primera parte y en el post anterior - el de más abajo- está la segunda).


Lynch para Dior (2)

Monday, August 02, 2010

"Genios"

Los sueños de un genio no necesariamente tienen que ser una genialidad. Menos aún lo son los sueños de aquellos que se asumen como tal -un genio- sin, objetivamente, serlo, y lo hace –soñar- o presume hacerlo siendo consecuente con las impresiones que ha sembrado en aquellos que se inscriben en su culto. Cinematográficamente genios que sueñan y de su materia realizan obras menores ha habido muchos; megalómanos que se creen genios o comienzan a creérselo ha habido muchos más. Lo de sueño aquí, aclaramos, lo usamos metafóricamente para hablar de películas, apelando un poco a esa figura tan sobada de que el cine es sueño objetivado y también un poco para ponernos a tono con esa película con desbocada ambición de genialidad concebida por alguien que empieza a creerse, sí, un genio…con grandes sueños. En otras palabras: alguien que empieza a manifestar preocupantes signos de delirio de grandeza: El origen (EU, 2010), de Christopher Nolan.

Siguiendo la lógica, Nolan ha soñado que ciertos personajes sueñan para que sus sueños –válgame el trestristestriguismo – se multipliquen en una progresión casi abismal y que su propuesta mantenga, o pretenda mantener, el acabado formal original, audaz, a medio camino entre la vanguardia cinematográfica y el neobarroquismo videoclipero apantallador; una apariencia, porque de cine de apariencias hablamos, como para no decepcionar a los espectadores iniciados (la cinefilia “exquisita”) y seducir a los espectadores formados bajo nuevos paradigmas audiovisuales (la de la generación Jonze-Cunninghan-Gondry-más quien se deje venir, incluidas las fantasías estilosas de Matthew Barney, y los videojuegos). Claro, para el genio de Nolan su película, su sueño pues, no es –o no deberia ser - cualquier cosa porque para ella ha invocado un mundo onírico (que recuerda mucho al mundo no onírico pero virtual de Matrix), terminología y simbolismos freudianos como de introducción básica al psicoanálisis (en diálogos que bordean la autoparodia por una solemnidad insostenible), impostadísima dimensión trágica para el (anti) héroe central (la de un DiCaprio que cree todavía transitar por la Shutter island –EU, 2010- de Scorsese), y submundos exóticos de film noir clásico. Pero todo ello, para ser honestos, da la impresión de ser una coartada, una gran coartada de un arrogante cineasta que se niega ver en su película un argumento de lo más básico, muy a pesar de su pretenciosa premisa, en la línea de cualquier rutinaria y abrumadora película de acción, con persecuciones varias e infinito tiroteo que en comparación haría palidecer la última de Rambo (Stallone, EU, 2008) si no fuera por la ausencia de hemoglobina.

No vamos a negar que la película tiene sus momentos, a nivel visual sobre todo. Y no vamos a negar tampoco a Nolan como un cineasta más que estimable (principalmente por Memento/2000, El gran truco/2006 y El caballero de la noche/2008). Pero al terminar de ver El origen, no evitamos recordar a Nueva York en escena (2008), parecidas en más de un sentido, de ese otro guionista/cineasta, Charlie Kaufman, que, éste sí, siempre la ha jugado de genio con grandes ideas aunque sólo se lo crean él mismo y sus apologizadores (digo, no extraña nada que para su debut tras la cámara haya escogido como título la palabra-figura-concepto ¡Synecdoche!). En ambos casos la impresión/idea pretendidamente “inoculada” es la misma: “somos genios y soñamos a lo grande”. Uhm!

A manera de epílogo: Quizá pecamos de reduccionistas, pero esto de intervenir los sueños de los personajes en una ficción para transformar, aquí sí, radicalmente su consciencia ya lo había hecho en otro registro, más modestamente y sin tanta sobreescritura y giro abismal Wes Craven con su Freddy Krueger…dicho sea de paso.

(José Abril)