Saturday, May 29, 2010

Dennis...

...Hopper (1936 - 2010)

Wednesday, May 19, 2010

Argento y la alquimia vaginocrática

Papa, y ahora ¿qué hago?

"Si algún día decido volver a aquella atmósfera será porque realmente siento un deseo muy fuerte", comentaba Dario Argento hace algunos años, muchos años, al cuestionársele sobre la posibilidad de cerrar la –hasta ese entonces hipotética- trilogía de las Madres iniciada con Suspiria (Italia, 1977) y continuada con Inferno (Italia, 1980). Pues bien, esa pulsión apareció: Mother of tears (Italia-EU, 2008) se nos presenta ahora como el cierre de esa delirante y, pese a todo, fascinante saga sobre maléficas brujas travestidas (las hechiceras-madres, pues, que dan unidad “conceptual” al conjunto) en pleno mundo contemporáneo con hartas ganas de deshacerlo y hacerle, además, la vida imposible a heroínas que van por allí, con faldas y a lo loco, en plan de escépticas en ciudades cosmopolitas del primer mundo.

Pero –porque "pero" hay- de pulsiones creadoras a caprichos hay menos de una letra, y ese deseo muy fuerte que se exigía motivacionalmente Argento parece ligado más a un esfuerzo por tratar de reforzar y ser fiel a esa idea de leyenda viviente en la que cree haberse convertido (algo muy común en los viejos buenos cineastas del horror que sobreviven) que al hecho de haber dado con la historia exacta como para cerrar de forma lógica y digna con este ciclo de alquimia vaginocrática.

Y es que Mother of tears es, sin temor a equivocarme, la peor película de su autor. ¿Que si alguna vez ha tenido alguna obra maestra? No. Pero sus films menos peor a pesar de adolecer de trampas argumentales varias, situaciones rocambolescas aun en los parámetros del género (el thriller, el horror), giros de tuerca bordeando el ridículo, humor involuntario a raudales, Argento sabía compensar sus defectos con una enorme inventiva visual, con un dominio absoluto en escenas claves (las violentas principalmente) de una resolución impecable cercana a la perfección en tempo y ritmo, de una planificación casi maestra, con la creación de atmósferas crispantes y cierto expresionismo entendido muy a su manera pero funcionando bastante bien. El cine de Argento es cine de momentos, más que de películas, y lamentablemente no hay espacio en esta ocasión para los típicos momentos Argento.

La encargada aquí de abrir sin saberlo la caja de Pandora es Asia, la hija del realizador; y es ella quien caminará, correrá, tropezará, gritará, por esa Roma, ciudad abierta al asedio brujeril, sin nunca saber del todo qué es lo que pasa (diegética y extradiegéticamente). Porque la sensación de que ni el propio realizador lo sabe se instala desde el principio hasta el final. Argento parece filmar a ciegas y a tientas, parece improvisar en cada escena como si se le hubiese ocurrido cada una de ellas segundos antes de dictar “acción”. Personajes entran y desaparecen, no por la magia negra, sino por un argumento que parece inexistente. Udo Kier sólo tiene sus minutos para decir “presente” y recordarnos de paso que, en efecto, esto algo tiene que ver con las infinitamente superiores Suspiria e Inferno.

Con Mother of tears lo de la alquimia vaginocrática de Argento tiene un fuerte sabor a broma. ¿O acaso el estallido a carcajada abierta por parte de Asia Argento en el final, sin lógica alguna, ha sido de a gratis?

(José Abril)