De seguro Perrault, Charles, el de los cuentos infantiles, nunca se imaginó que el hombre podría llegar a inventar algo como el cine y mucho menos que algo como este invento imposible para su época (el finales del siglo XVII) iba a manosear maliciosamente, cuantas veces se le antojara, su bienintencionada y muy popular fábula Caperucita roja y el lobo feroz. Y digo maliciosamente porque no me refiero a las adaptaciones más o menos fieles que se han hecho de este breve relato sobre la inocencia infantil expuesta ante la voracidad corruptora de una criatura despreciable y malintencionada (en este caso un lobo hambriento), sino aquellas que han representado variaciones y miradas irreverentes hacia su premisa. Irreverencia a veces involuntaria como la que se presentaba en nuestra versión mexicana del cuento en Caperucita roja y el lobo feroz (1959), donde el lobo era interpretado por Manuel “el loco” Valdez con cierta descontrolada lascivia. Irreverencia sexual como la que manifestaba Neil Jordan en su extraordinaria In company of Wolf (Irlanda, 1985), donde el lobo era un elemento de tensión erótica y motivo de iniciación sexual, o en su no menos interesante In dreams (EU,2000), reelaboración del cuento en clave onírica para dar forma a un thriller con psicópata travestido. Irreverencia desquiciante y negra como la que se ofrecía en Freeway (EU,1996), retorcida comedia dònde la legalmente rubia Reese Witherson era una lolitizada caperucita roja en plan de víctima abiertamente propiciatoria y el lobo feroz un psicópata en perpetua frustración cortesía de Kieffer Shuterland.
Variaciones más serias sobre el asunto la tenemos por ejemplo en El juramento (EU,2000), excelente thriller de Sean Penn, centrado en lo que simbólicamente es el personaje del leñador que salva a caperucita en el original: aquí Jack Nicholson da vida a un detective que se consume ante su incapacidad por atrapar a “el lobo” que violó y asesinó de manera despiadada a una niña, y en la clásica de Fritz Lang M, el vampiro de Dusseldorf (Alemania, 1931), donde un asesino de niñas representaba el caos en una comunidad.
De reciente aparición tenemos The woodsman (EU, 2004), de Nicole Kassel, y en comparación con aquellas representa cierta originalidad admirablemente riesgosa. Es quizá la primera, y por el momento la única, que, en relación a su referente (la fábula), se centra en el personaje que menos voz ha tenido en todas estas relecturas: El lobo feroz. Despojada de su dimensión de fábula, la anécdota se ubica en un ambiente de extremo naturalismo, poblado por personajes demasiado humanos. El punto central e hilo conductor: un extraordinario Kevin Bacon interpretando a Walter, un pedòfilo recién salido de prisión llevando a cuestas la culpa y el peso de sentirse despreciado por quienes lo rodean. Su historia será la de su itinerario cotidiano de contención erótica y autorepresión, dolorosamente consciente de las consecuencias de sus impulsos. Aunque la película padece de cierta construcción reiterativa en cuanto a su argumento y de personajes de forzada concesión (como el aparente violador de niños que será castigado por el protagonista: su hermano, su semejante), resulta una obra bastante interesante, de momentos muy logrados, el mejor de ellos: el encuentro de Walter con una niña –de simbólica capucha roja- en un parque y su nerviosa proposición indecorosa, un Walter que a su vez será desarmado emocionalmente por la propia niña al sugerirle ésta su condición de víctima de abuso sexual en el seno de su propia familia. Aplicando el simbolismo de origen The Woodsman, no obstante sus defectos, vale como el conmovedor retrato del Lobo en conflicto consigo mismo y en perpetua lucha contra su propia ferocidad. (Por Josè Abril)
The woodsman actualmente se encuentra en cartelera bajo el título de Crimen Inconfesable
Thursday, August 11, 2005
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1 comment:
Pues todavìa tienes tiempo, creo que se mantiene en cartelera, acabo de checar
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