El horror nuevamente deja de ser exclusividad del cine norteamericano. Y nuevamente, digo, porque años atrás otros países ya habían ganado prestigio en cuanto a sus contribuciones al género: en los 50 fue Inglaterra con la Hammer Productions, en los 70s Italia con el giallo y el cine hiperviolento de Bava, Fulci, Argento y demàs, en los 80s Australia y Nueva Zelanda con Peter Jackson a la cabeza. Ahora el asunto se ha despuntado de la mano de Japón principalmente y su creciente y popularizada producción de películas sobre espíritus letales, y, de menor impacto, de otros trabajos provenientes de diversos lugares de Europa. Del caso de Japón por el momento me reservo los comentarios, ya habrá ocasión para dedicarle algo. Por lo pronto me detengo en el caso europeo a propósito del paso por nuestras carteleras y videoclubes que estas producciones han dado recientemente. No está demás indicar de entrada que, irónicamente, el referente del cine de horror norteamericano -pésele a quien le pese, el mejor de todos- se mantiene. Como sigue:
Haute Tension (Aka: El despertar del miedo, Francia, 2003). Realización de Alexandre Axa que expone con lujo de detalles la masacre de una familia perpetrada por un sàdico asesino con el propósito de raptar, poseer, torturar y matar a una de las hijas del clan. Del matadero sólo una joven, la mejor amiga de la victima a punto de ser sacrificada, ha sobrevivido y es quien decide ir en su ayuda. La película tiene un giro de tuerca bastante abrupto pero muy irónico si consideramos el conjunto, pues es éste el que redondea esa idea de tributo a Hershel Gordon Lewis (especialmente el de 2000 maniacs) que se podía vislumbrar desde el inicio: se trata pues de un ejercicio de splatter autoconciente, políticamente incorrecto, con mucha sangre, mutilaciones, irritantes gritos de miedo y dolor, histeria femenina, misoginia y…ya mejor no digo nada porque la sorpresa final se puede sabotear.
Nochnoy Dozor (Aka: Guardianes de la obscuridad, Rusia, 2005). Realización de Timar Bekmambetov que pudo correr el riesgo de ser confundida con la muy jalada Constantine (Francis Lawrence, EU, 2003), de no ser por dos cosas: 1) no aparece la rígida cara del cada vez más inexpresivo Keanu Reeves, 2) ahora la guerra no es entre el cielo y el infierno, sino entre la Luz y la Obscuridad (así, con mayúsculas, más “conceptuales” ellos pues), tan abstracta que ni siquiera los personajes en la película pueden explicar que es lo uno y que es lo otro. Se trata de una pretenciosa y barroca producción que se salva precisamente por los muchos logros estéticos que dentro de sus abundantes recursos visuales podemos encontrar. La película, hay que reconocerlo, dentro de su apuesta por el exceso técnico ofrece varios momentos de verdadera poesía. La secuencia de animación que desarrolla en pocos minutos la triste historia de la princesa virgen maldita e involuntariamente propagadora de la tragedia vale casi toda la película.
The Machinist (Aka: El maquinista, España 2003). Realización del estadunidense Brad Anderson con capital español (catalán para ser más exactos) que ilustra el infierno personal provocado por la paranoia de un triste obrero de figura frágil y cansina. Extraordinaria e inquietante puesta en imágenes de los infinitos demonios y fantasmas que el peso de la culpa, el remordimiento, nuestro peor enemigo, puede liberar, dejándolos actuar de manera implacable a diestra y siniestra. Ejercicio de reminiscencia polanskiana (si pensamos especialmente en Repulsión y El quimérico inquilino) en el que cada detalle de apariencia intrascendente trastoca terriblemente la realidad encerrada en un sofocante y chamagoso departamento. Personalmente, creo que la parte final es demasiado explicativa y rompe con la ambigüedad que el mismo Polanski hubiera mantenido. Pero, como me dice un amigo, no todos quieren ser Polanski…En fin, basta ver la extrema esbeltez de Christian Bale para angustiarse durante todo el metraje.
Romasanta (España, 2004). Realización de Paco Plaza que fantasea sobre las andanzas reales de Manuel Blanco Romasanta, serial killer que convirtió la Galicia de la primera mitad del siglo XIX en lo que Perrault la hubiera soñado en caso de haber sido un poco más malicioso y torcido al concebir su Caperucita Roja. Retrato de un hombre que se soñó lobo y que vio en sus víctimas no solo su alimento, también su inagotable fuente de trabajo: grasa corporal para elaborar delicados jabones de tocador. Es también la crónica de una venganza y de una obsesión: la de la víctima que se odia así misma y odia a su verdugo por saberse enamorada de èl, ese quien ha sido la causa de su trágica y solitaria existencia. Plaza ofrece una imaginativa crónica que oscila entre el mito y la realidad, entre la iconografía típica del hombre-lobo que el cine tantas veces nos ha ofrecido y el retrato naturalista de una personalidad oscilante entre la razón y la locura. A resaltar dos cosas: las imágenes de los cadáveres, verdaderas obras de arte, y la actuación de Julian Sands inquietantemente hierático.
(Por Jose Abril)
Haute Tension (Aka: El despertar del miedo, Francia, 2003). Realización de Alexandre Axa que expone con lujo de detalles la masacre de una familia perpetrada por un sàdico asesino con el propósito de raptar, poseer, torturar y matar a una de las hijas del clan. Del matadero sólo una joven, la mejor amiga de la victima a punto de ser sacrificada, ha sobrevivido y es quien decide ir en su ayuda. La película tiene un giro de tuerca bastante abrupto pero muy irónico si consideramos el conjunto, pues es éste el que redondea esa idea de tributo a Hershel Gordon Lewis (especialmente el de 2000 maniacs) que se podía vislumbrar desde el inicio: se trata pues de un ejercicio de splatter autoconciente, políticamente incorrecto, con mucha sangre, mutilaciones, irritantes gritos de miedo y dolor, histeria femenina, misoginia y…ya mejor no digo nada porque la sorpresa final se puede sabotear.
Nochnoy Dozor (Aka: Guardianes de la obscuridad, Rusia, 2005). Realización de Timar Bekmambetov que pudo correr el riesgo de ser confundida con la muy jalada Constantine (Francis Lawrence, EU, 2003), de no ser por dos cosas: 1) no aparece la rígida cara del cada vez más inexpresivo Keanu Reeves, 2) ahora la guerra no es entre el cielo y el infierno, sino entre la Luz y la Obscuridad (así, con mayúsculas, más “conceptuales” ellos pues), tan abstracta que ni siquiera los personajes en la película pueden explicar que es lo uno y que es lo otro. Se trata de una pretenciosa y barroca producción que se salva precisamente por los muchos logros estéticos que dentro de sus abundantes recursos visuales podemos encontrar. La película, hay que reconocerlo, dentro de su apuesta por el exceso técnico ofrece varios momentos de verdadera poesía. La secuencia de animación que desarrolla en pocos minutos la triste historia de la princesa virgen maldita e involuntariamente propagadora de la tragedia vale casi toda la película.
The Machinist (Aka: El maquinista, España 2003). Realización del estadunidense Brad Anderson con capital español (catalán para ser más exactos) que ilustra el infierno personal provocado por la paranoia de un triste obrero de figura frágil y cansina. Extraordinaria e inquietante puesta en imágenes de los infinitos demonios y fantasmas que el peso de la culpa, el remordimiento, nuestro peor enemigo, puede liberar, dejándolos actuar de manera implacable a diestra y siniestra. Ejercicio de reminiscencia polanskiana (si pensamos especialmente en Repulsión y El quimérico inquilino) en el que cada detalle de apariencia intrascendente trastoca terriblemente la realidad encerrada en un sofocante y chamagoso departamento. Personalmente, creo que la parte final es demasiado explicativa y rompe con la ambigüedad que el mismo Polanski hubiera mantenido. Pero, como me dice un amigo, no todos quieren ser Polanski…En fin, basta ver la extrema esbeltez de Christian Bale para angustiarse durante todo el metraje.
Romasanta (España, 2004). Realización de Paco Plaza que fantasea sobre las andanzas reales de Manuel Blanco Romasanta, serial killer que convirtió la Galicia de la primera mitad del siglo XIX en lo que Perrault la hubiera soñado en caso de haber sido un poco más malicioso y torcido al concebir su Caperucita Roja. Retrato de un hombre que se soñó lobo y que vio en sus víctimas no solo su alimento, también su inagotable fuente de trabajo: grasa corporal para elaborar delicados jabones de tocador. Es también la crónica de una venganza y de una obsesión: la de la víctima que se odia así misma y odia a su verdugo por saberse enamorada de èl, ese quien ha sido la causa de su trágica y solitaria existencia. Plaza ofrece una imaginativa crónica que oscila entre el mito y la realidad, entre la iconografía típica del hombre-lobo que el cine tantas veces nos ha ofrecido y el retrato naturalista de una personalidad oscilante entre la razón y la locura. A resaltar dos cosas: las imágenes de los cadáveres, verdaderas obras de arte, y la actuación de Julian Sands inquietantemente hierático.
(Por Jose Abril)
3 comments:
Mi favorita de este grupo es Romasanta y Haute Tension, las dos por razones obvias.
En sonorense es pinchi, no pinche
como decir timbirichis en vez de timbiriche, o te traduzco del sonorense al guacho?, mi estimado amigon rusted....
Mi estimado rusted, leete el diccionario de sobarzo para aprender a hablar sonorense, y si quieres hablar en guacho lee Cayendo del Ernestito Moncada...
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