Siempre he creído que Jim Jarmusch es el Godard de nuestra generación, y esta analogía tiene que ver mas con cuestiones de actitud que de estilo (ambos muy diferentes entre sí por cierto). Como el realizador francés, Jarmusch se ha mantenido desde su debut en una continua e indomesticable posición de riesgo, que ignora las modas y las fórmulas, desconoce concesiones, imponiendo siempre su muy personal concepción cinematográfica. Cineasta independiente por antonomasia, Jarmusch siempre ha sido fiel a si mismo; congruente con sus preocupaciones estéticas, en cada una de sus entregas impone su idea propia del cine, y poco parece importarle que los otros comulguen o no con ella; en buena parte a esto se debe el hecho de que su cine, como el de Godard, no sea ese que el espectador medio espera. Ni las obras de Godard ni de Jarmusch, pues, han sido fenómenos de taquilla (y ni creo que lo vayan a ser), pero sí han representado cada una de ellas muy a su manera, un sano, válido e infatigable intento de experimentación estética.
Godard ya es historia, Jarmusch, por su parte, apenas va a mitad del camino. No obstante su breve filmografía (apenas 9 largometrajes, entre otros trabajos como productor y actor), el realizador norteamericano ha logrado establecer un universo propio que lo distingue y lo hace brillar de forma autónoma entre las muchas veces sobrevalorada independencia cinematográfica. Su obra íntegra, a medio camino entre un sutil humor negro y la comedia contenida, es un mundo poblado por personajes siempre en tránsito, en constante desplazamiento y presos a la vez de la monotonía de lo cotidiano. Y es que el movimiento, la necesidad voluntaria o circunstancial en sus personajes protagonistas por transitar a través de pasajes urbanos o lugares recónditos ha sido el móvil fundamental de sus películas más importantes. Desde “Vacaciones permanentes” (1982) hasta su obra más reciente “Flores Rotas” (2005) –“Café y cigarros” (2003) viene a ser la excepción a su propia regla- Jarmusch ha trazado un camino donde sus figuras siempre itinerantes, en perpetua transición geográfica a manera de divagación abismal, parecieran nunca preocuparse por encontrar soluciones a sus crisis existenciales.
Para muchos es el estilo de Jarmusch su principal problema. Deudor de las maneras cinematográficas de maestros como Michel Angelo Antonioni o Robert Bresson y, mas acá, de las de Aki Kaurismaki, el de Jarmusch es un cine minimalista donde se apuesta por la contemplación, por un sentido del tiempo –la mayoría de las veces como si éste se suspendiera- y el ritmo –casi simpre pausado y sereno- que privilegia la observación y el registro de los personajes en sus universos de tedio, de silencios, en situaciones carentes de acción física, donde poco se habla pero mucho se sugiere (otra excepción: “Noche en la tierra”, es hasta el momento su obra más dinámica) dando como resultado algunos de los planos-secuencia de cierta belleza fría e inusual como pocos en el cine norteamericano actual.
Y es este Jarmusch, admirado por unos e incomprendido por otros, el que últimamente nos ha llegado a través del DVD. El cine del realizador se había mantenido inédito en estas tierras, y es gracias a la notoriedad que ganó con su triunfo en el prestigioso festival de Cannes (premio a la mejor dirección por “Flores rotas”) que ha captado el interés. Primero fue el sorpresivo estreno de sus dos obras mas recientes en nuestras salas de cine: su comedia sobre el arte de la conversación “Café y cigarros” (2003) y su genial disección de la decadencia de un Don Juan en “Flores rotas”, cosa que nunca había pasado, y después la aparición en DVD de algunas de sus obras pretéritas más significativas: su temprana obra maestra “Más extraños que el paraíso” (1984), su comedia de encuentros y desencuentros en un mítico Memphis “Tren misterioso” (1989), la divertida comedia de situaciones simultaneas en nuestra aldea global “Noche en la tierra” (1991), la traslación de su particular estilo a las formas del western en la extraordinaria “Hombre muerto” (1995), y su propia versión transgenérica del cine de samurais y el cine de gangters en “La sombra del samurai” (1999). Películas, todas ellas, que son ejemplos de un cine siempre a contracorriente.
Es un buen momento pues para recorrer esos caminos que Jarmusch ha delineado en su obra y que sus personajes han recorrido bajo su mirada. Tal vez la experiencia no sea tan aburrida como algunos piensan.
(José Abril)
Sunday, December 03, 2006
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