Philip K. Dick murió en 1982, año en el que vio la luz la adaptación más celebre que sobre sus relatos se han realizado, Blade runner (Scott, EU, 1982). Desde entonces este controvertido escritor se ha vuelto una figura muy recurrente en la ciencia ficción cinematográfica, y aunque los resultados la mayoría de las veces han sido poco afortunados, manifiestan en conjunto una atracción muy contemporánea sobre planteamientos hechos vía literatura hace poco más de 30 o 40 años. En gran medida ello demuestra la enorme vigencia y actualidad de sus premisas, no obstante encontrarse, éstas, detrás del acabado futurista que tan magistralmente describía el autor ubicados en contextos aparentemente lejanos. Dick, como la mayoría de los buenos escritores de ciencia ficción, no hacía otra cosa más que hablarnos de preocupaciones, las suyas, y las del hombre de su presente, de un presente disfrazado de un futuro entonces lejano.
A scanner darkly (EU, 2006) es la más reciente aproximación cinematográfica a su literatura, y es según dicen, su trabajo más autobiográfico pues es en éste donde de manera más evidente hablaba y reflexionaba sobre esa adicción a las drogas que marcó su vida y prácticamente lo orilló a su muerte. El proyecto ha sido conducido con cierta pereza por Richard Linlaker, realizador bastante irregular, que tiene entre sus trabajos algunos títulos muy sobrevalorados, la irritante por boba Dazed and confused (EU, 1993) y las soporíferas Despertando a la vida (EU, 2001) y Before sunrise (EU, 1995). La película, a pesar de sus muchos defectos, es hasta el momento su mejor obra; en ella se cuenta la historia de un policía secreto que, por cuestiones de trabajo, se ve obligado a convertirse en adicto a la sustancia D, una extraña droga de efectos devastadores y alucinatorios a la que la mayor parte de la población de un mundo altamente tecnificado y controlador se encuentra sometida.
Para su puesta en escena Linklaker ha optado por aquella técnica que le diera notoriedad en su fallida Despertando a la vida, la de retocar a los actores y los escenarios con dibujos sobrepuestos para dar la impresión de estar viendo un trabajo de animación hiperrealista, y si bien el resultado es bastante afortunado en su primera parte (el inicio de la película es extraordinario) y acorde a esa realidad trastocada por el efecto alucinatorio del psicotrópico bajo el que se encuentran los personajes, el recurso se agota y se vuelve bastante molesto momentos después, dotando al metraje de una uniformidad muy negativa para la pretendida profundidad psicológica de la ficción. Ello contribuye también a una forzadísima progresión dramática de una historia encerrada en un desordenado departamento que busca sus salidas a través de situaciones hilarantes, pero que no encuentran su total inserción en un relato que avanza a tropezones.
Linklater parece haber buscado un plus extracinematográfico en la selección del reparto conformado por figuras que fuera de la pantalla han cosechado una fama más bien negra y escabrosa -a excepción de Keanu Reeves- similar a la de los personajes. Y de alguna forma lo logra; tiene cierta gracia por ejemplo ver a Winona Ryder, Woody Harrelson o Robert Downwy Jr. interpretándose casi casi a si mismos como un grupo de perdederos irresponsables, en esta suerte de broma postmoderna, a manera de chiste privado, que busca la complicidad de cierto espectador informado. Pero también en el reparto radican algunas de las partes flojas de la película; aunque los protagónicos recaen en dos figuras bastante populares, Reeves y Ryder, pasan sin pena ni gloria (peor aun bajo el disfraz de la animación), y otros secundarios pierden el control, como el caso de Woody Harrelson que ante el hecho de interpretar a un personaje tan accesorio pareciera querer llenar el hueco a través de la payasada y la sobreactuación. Es Robert Downey Jr. quien realmente sostienen la película; con una infinidad de recursos, cínico y a sabiendas de su negra fama extracinematográfica, parece disfrutar plenamente su interpretación, marcada por el exceso y la autoparodia, de un adicto aún conciente y bastante perspicaz.
Tal vez me contradiga, pero con todo y sus contras Una mirada a la oscuridad es una notable aproximación al universo de Philip K. Dick. Pese a sus defectos la película se deja ver y recupera su aliento inicial en sus últimos minutos a través de un desenlace por demás terrible e inquietante. Pese a sus caídas, la película vale como una interesante reflexión en torno a la paranoia y la desconfianza imperante en nuestros días y a ese miedo al vacío que representa la alienación y la pérdida de la identidad.
(José Abril)
Thursday, April 19, 2007
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