Ayer vi por segunda ocasión The last house on the left versión 2009. La primera vez lo hice con toda la idea de enumerar los variados defectos que encontraría porque de antemano consideraba que los tenía. Me tragué mis palabras, mis ideas preconcebidas, mis prejuicios pues. La segunda lo hice bajo la necedad de encontrar aquellos defectos que según yo debería tener, pues consideraba que el visionado anterior había sido influido por el desconcierto general que la película había causado en el resto de los espectadores que no abrieron la boca en toda la proyección más que para expresar onomatopéyicamente sus reacciones ante ciertas escenas de violencia. Pero no. La conclusión fue la misma: The last house… no es una mala película, ni siquiera un mal remake si apelamos a las comparaciones con el original, como sigue:
1. Comparaciones al margen: el realizador Dennis Iliadis, a partir de un sólido guión, de enorme precisión, ha construido una película de una tensión absoluta que se instala desde los primeros minutos y se mantiene en las dos partes claramente diferenciadas: la primera, la del calvario sufrido por ese par de jóvenes adolescentes a manos de una familia de psicópatas; la segunda, la nocturna estancia de los verdugos en la casa de los padres de una de las víctimas. En ambos casos, Iliadis juega muy hitchcockianamente con un tiempo subjetivo, psicológico – el famoso ejemplo de la bomba a punto de estallar que los personajes ignoran y el espectador no, encuentra aquí una muy buena ilustración-, bastante efectivo a partir de la información visual que el espectador pesca para “beneficio” de su mortificación, un tiempo que se distiende hasta el estallido de violencia extrema en ambas partes: en la primera, es suficiente mostrar el detalle del billete cubierto de sangre para que nuestro reloj interior empiece a funcionar ominosamente (detalle que inevitablemente se evoca y funciona de manera excepcional en la habitación del hotel), marcando desde ya el inicio del nefasto destino de las jóvenes; en la segunda, basta el ingreso aparentemente pacífico de los verdugos al hogar para que ese mecanismo de relojería subjetivo funcione en el mismo sentido. Dosificando las acciones, disponiendo de recursos estilísticos a medio camino entre el regodeo fotogénico y la contemplación fría (sobre todo en los exteriores), el asunto se vuelve, en ambas partes, en una incomoda posición de espera para el espectador, incluso para aquellos que ya conocemos de qué va todo (por lo menos, para servidor así fue).
2. Comparaciones en juego: da la impresión de que Iliadis y sus guionistas han tomado el original de Craven (no tan original) como un demo, una maqueta (rebosante, a su manera, de autenticidad y audacia) para agregar elementos que el presupuesto pueda reconvertir. Obviamente el resultado es el opuesto, aunque no en un sentido totalmente negativo. A diferencia de la de Craven, la nueva The last house… técnicamente es extremadamente limpia, impecable si cabe, con momentos muy calculados, notables e incluso inspirados (por ejemplo, la alternancia de planos entre una joven que agoniza y la otra víctima de la violación). Argumentalmente, varias cosas han quedado fuera y cambios drásticos se han realizado, algunos gratuitos (el recuerdo de ese hijo/hermano muerto que nada aporta a la historia), otros previsibles (la insistencia, desde el principio, por dejar claro que la joven puede nadar a gran velocidad y mantenerse durante largo tiempo bajo el agua) y otros más bastante complacientes (el destino de Justin, el hijo del asesino Krug, como de las dos jóvenes víctimas, es muy diferente). Además, las dosis de humor negro que campeaba en Craven han sido desplazadas por una solemnidad políticamente correcta, aunque no por ello menos explícita, respecto al tratamiento de la violencia. Pese a ello, creo que la esencia del original se mantiene, esencia que, por cierto, ha sido una constante en las mejores películas de este autor. Me refiero al tema de la familia, la típica familia de clase media acomodada, esa típica familia craveniana aparentemente inofensiva, confrontada a otra de clase y motivaciones diferentes. Familias diferentes en sus formas, estatus, condiciones pero homologadas al momento de externar ese apetito sádico, ese gusto por la violencia –asumido en una, latente en otra- que las convierte naturalmente en la misma cosa.
3. Wes Craven, es cierto, le ha dado por asumir el papel de productor de sus propios homenajes, pero, por lo menos, tiene buen ojo al momento de escoger a quienes decidan asumir el riesgo.
(José Abril)
1. Comparaciones al margen: el realizador Dennis Iliadis, a partir de un sólido guión, de enorme precisión, ha construido una película de una tensión absoluta que se instala desde los primeros minutos y se mantiene en las dos partes claramente diferenciadas: la primera, la del calvario sufrido por ese par de jóvenes adolescentes a manos de una familia de psicópatas; la segunda, la nocturna estancia de los verdugos en la casa de los padres de una de las víctimas. En ambos casos, Iliadis juega muy hitchcockianamente con un tiempo subjetivo, psicológico – el famoso ejemplo de la bomba a punto de estallar que los personajes ignoran y el espectador no, encuentra aquí una muy buena ilustración-, bastante efectivo a partir de la información visual que el espectador pesca para “beneficio” de su mortificación, un tiempo que se distiende hasta el estallido de violencia extrema en ambas partes: en la primera, es suficiente mostrar el detalle del billete cubierto de sangre para que nuestro reloj interior empiece a funcionar ominosamente (detalle que inevitablemente se evoca y funciona de manera excepcional en la habitación del hotel), marcando desde ya el inicio del nefasto destino de las jóvenes; en la segunda, basta el ingreso aparentemente pacífico de los verdugos al hogar para que ese mecanismo de relojería subjetivo funcione en el mismo sentido. Dosificando las acciones, disponiendo de recursos estilísticos a medio camino entre el regodeo fotogénico y la contemplación fría (sobre todo en los exteriores), el asunto se vuelve, en ambas partes, en una incomoda posición de espera para el espectador, incluso para aquellos que ya conocemos de qué va todo (por lo menos, para servidor así fue).
2. Comparaciones en juego: da la impresión de que Iliadis y sus guionistas han tomado el original de Craven (no tan original) como un demo, una maqueta (rebosante, a su manera, de autenticidad y audacia) para agregar elementos que el presupuesto pueda reconvertir. Obviamente el resultado es el opuesto, aunque no en un sentido totalmente negativo. A diferencia de la de Craven, la nueva The last house… técnicamente es extremadamente limpia, impecable si cabe, con momentos muy calculados, notables e incluso inspirados (por ejemplo, la alternancia de planos entre una joven que agoniza y la otra víctima de la violación). Argumentalmente, varias cosas han quedado fuera y cambios drásticos se han realizado, algunos gratuitos (el recuerdo de ese hijo/hermano muerto que nada aporta a la historia), otros previsibles (la insistencia, desde el principio, por dejar claro que la joven puede nadar a gran velocidad y mantenerse durante largo tiempo bajo el agua) y otros más bastante complacientes (el destino de Justin, el hijo del asesino Krug, como de las dos jóvenes víctimas, es muy diferente). Además, las dosis de humor negro que campeaba en Craven han sido desplazadas por una solemnidad políticamente correcta, aunque no por ello menos explícita, respecto al tratamiento de la violencia. Pese a ello, creo que la esencia del original se mantiene, esencia que, por cierto, ha sido una constante en las mejores películas de este autor. Me refiero al tema de la familia, la típica familia de clase media acomodada, esa típica familia craveniana aparentemente inofensiva, confrontada a otra de clase y motivaciones diferentes. Familias diferentes en sus formas, estatus, condiciones pero homologadas al momento de externar ese apetito sádico, ese gusto por la violencia –asumido en una, latente en otra- que las convierte naturalmente en la misma cosa.
3. Wes Craven, es cierto, le ha dado por asumir el papel de productor de sus propios homenajes, pero, por lo menos, tiene buen ojo al momento de escoger a quienes decidan asumir el riesgo.
(José Abril)
4 comments:
Razones ajenas a la proyección me impidieron disfrutarla como se debe pero ya le estaré dando otra revisada en DVD.
Yo iba con toda la mala leche de reprobarla, pero la verdad me sorprendió. No es una gran película pero se deja ver bastante bien. Dale su segunda oportunidad.
Me gustó. No he visto la original en mucho tiempo, pero creo que sigue siendo la mejor, esa aura video-nasty que tiene es inigualable por la versión polishada del 2009. Aún así, me gustó bastante. Y si es cierto, Craven también fue productor del remake de "The Hills Have Eyes" y esa salió buenísima.
Saludos profe
Contra todo pronóstico, también me gustó. Hay cosas que me molestan en ésta pero igual la disfruté.
Saludos y felices vacaciones
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