Con perdón de Jonas Mekas, ideólogo fundamental del llamado Underground neoyorkino, pero pecando de blasfemo las películas de Andy Warhol siempre me han parecido poco más que extravagantes –y muy aburridas- ocurrencias engaña esnobs que iban – y aún hoy van – con bandera de modernos. Warhol de seguro, siendo congruente con su particular manera de ver el arte y la vida, era consciente de ello, y no en vano dirigía su cámara de 16 mm a esa fauna que como borregos lo idolatraban y seguían. El perdón y Mekas viene a cuento porque él, Mekas, este sí cineasta interesante, parecía ver en los experimentos cinematográficos de Andy Warhol la quintaesencia de un nuevo –y libre- cine americano.
Aclaro: de la vasta “filmografía” del pintor, serigrafista y fotógrafo quizá sólo he visto la cuarta parte. Y prácticamente todo lo que he visto me ha parecido una insistencia por regresar a la pre-historia del cine. Warhol, pues, parecía sentir nostalgia por los Lumière. Técnicamente hablando, claro; temáticamente era, evidentemente, un asunto radicalmente distinto. Resulta irónico que su cine empieza a tornarse más o menos interesante, más o menos gracioso, cuando decide pasar la cámara, aunque no la marca de la casa (o sea el crédito principal), a Paul Morrissey.
Chelsea girls (EU, 1967) supuso el salto de Warhol de su célebre Factory improvisada en exclusiva sala de cine y centro nocturno “arty” a las salas de cine hechas y derechas. Dicen quienes se han tomado el tiempo en analizar a profundidad la íntegra producción cinematográfica del artista -Stephen Koch a la cabeza, con su ilustrativo libro Andy Warhol Superstar (Anagrama, 1987)- que la película supuso la consagración de Warhol como auténtico cineasta experimental, con una radical propuesta formal consistente en dividir la pantalla en dos partes y proyectar simultáneamente en cada una de ellas sketches que lo único que mantenían en común era la locación, es decir el mítico hotel que se anuncia en el título (que por cierto acaban de cerrar).
Chelsea girls en la actualidad es difícil de visionarla tal como la montó el propio Warhol durante los días de su estreno, pero es fácil poder ver por separada y de forma fragmentada –cosas del ciberespacio- todos y cada uno de los cuadros que daban consistencia a la propuesta. ¿El contenido? Nada que no hubiera ya contemplado el propio Warhol con su pequeña cámara anteriormente: travestis, yonquis, pobres-niñas-ricas, chichifos, un(a) que otro(a) icono del rock en ascendencia, que pasaban con facilidad de la pasividad extrema a la histeria más irritante. Vaya, la película, pues, no pasa de ser un The best of… warholiano.
Independientemente del mucho o poco interés que pueda contener Chelsea girls nos ofreció como producto una de las mejores cartas de presentación, este extraordinario afiche que en su diseño, en la ilustración, deja muy claro de qué va Warhol con su tomavistas: auténtico voyeur de la extravagancia.
Ignoro si el autor del cartel haya sido el propio Warhol. Es muy probable. De cualquier forma resultó más interesante que la propia película que publicitaba.
6 comments:
Tu primer párrafo es maravilloso. Lo firmaria hasta Carlos Boyero.
Que tranza abril, hace rato que no escribes, sera porque la retroalimentacion es muy escasa en tu blog?
Saludos
Falta de tiempo, Nicho. Gracias por visitar este espacio. Próximamente lo vuelvo a poner activo.
Saludos
Hola, Sr. Jose Abril le saluda Jose Abril soy de Cuenca - Ecuador, pero resido actualmente en Newark, New Jersey U.S.A. Mirando su blog ho! sorpresa llevamos el mismo nombre y apellido, me gustaria escuchar de Ud. el siguiente es mi e-mail j.labril@hotmail.com Gracias por su atencion.
Hola, Sr. Jose Abril le saluda Jose Abril soy de Cuenca - Ecuador, pero resido actualmente en Newark, New Jersey U.S.A. Mirando su blog ho! sorpresa llevamos el mismo nombre y apellido, me gustaria escuchar de Ud. el siguiente es mi e-mail j.labril@hotmail.com Gracias por su atencion.
El diablo mas que seguro, tan ocupado pues nunca contesto. Gracias any way. JA.
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