Thursday, August 31, 2006

Máscaras...

Hace tiempo que la figura del héroe de lucha libre perdió su carisma cinematográfico. O, siendo más exactos, tal vez el cine perdió el interés en él. Desde la muerte del Santo, icono popular por antonomasia, y el agotamiento (y posterior fallecimiento) de inefables realizadores como Chano Urueta y Alfonso Corona Blake, ambos responsables de las películas más significativas sobre este tipo de personajes, el otrora popular cine de luchadores devino terreno baldío, espacio inhabitable ante las exigencias de un cine condicionado por la globalización, negado ya a las permanencias voluntarias y a la funciones dobles en las que se acomodaban como anillo al dedo nuestras películas serie B.
Cuento aparte, la tradición del espectáculo de lucha libre, guiñolesco a rabiar, se mantiene tan viva como en su origen, pero su presencia en la producción cinematográfica quedó como asunto del pasado, el mejor pretexto para la nostalgia. A esas película el tiempo no les ha pasado factura, su vigencia -que la tienen muy a su manera- se debe en gran medida al especial encanto naif que para quienes las veíamos con tanto entusiasmo pasaba desapercibido.
Tal vez haya algo de esa nostalgia en el atractivo a priori que despiertan dos producciones de reciente aparición en nuestra cartelera. Dos películas que desde el estilo de su publicidad exponen la figura del enmascarado, y aunque sabemos que aquellas aventuras ya no tienen cabida en un escenario como el actual cine mexicano tan preocupado por el gusto y las pretensiones de la clase media, no dejan de verse como casos curiosos. Obviamente en estos casos la máscara ha sido mero pretexto, y la broma posmoderna de la alusión y el homenaje no tarda en enseñar su cobre, fallidamente en una, con cierta fortuna en otra. Como sigue:

Los pajarracos (México, 2006). Primera realización compartida de los jóvenes Héctor Hernández y Horacio Rivera que cuenta las aventuras de El Cachondo Sanabria, joven luchador, sinaloense y mujeriego, que decide trasladarse a Tijuana con el propósito de cruzar la frontera y llegar hasta Los Ángeles para tratar de triunfar como campeón de lucha libre en el Olimpic Auditórium. Pero la gratuidad de la película lo obliga a deambular por calles y carreteras con su ridículo traje de luchador sin que nadie se acongoje y a permanecer en la frontera para enfrentarse a una amplia galería de personajes de lo más bizarros. En realidad la máscara de luchador sale sobrando, por que El Cachondo Sanabria parece más una puesta al día de un Mauricio Garcés con ridícula indumentaria, con tiempo suficiente para sus correrías sexuales y sortear los embates de la peculiar y nefasta fauna que lo rodea: políticos corruptos, madrotas traficantes, She-males interesadas, locutoras cocainómanas, sacerdotes pederastas, profetas fraudulentos y, claro está, gringos torpes y fascistas. Puro ruido y nada de nueces: la joven pareja de realizadores cree haber realizado un explosiva sátira políticamente incorrecta pero en realidad han perpetrado un ruidoso chiste, innecesariamente largo, mal contado y muy reiterativo, en el que cada personaje carece de un desarrollo y se plantea como una idea autosaboteada, una puntada de dudosa comicidad que se agota inmediatamente después de su presentación; Sin el menor sentido de la progresión dramática, han rizado el rizo de un extenso chiste más oportunista que pertinente en el que cada comentario de crítica social o política resulta ineficaz y poco incisivo dada la superficialidad y la dispersión del guión. Poco provecho han sacado de aquellas figuras que pudieron haber hecho de esta mala broma algo medianamente divertido: Cesar Bono, Luis de Alba y Charly Valentino desfilan sin el menor efecto –salvo, nuevamente, la nostalgia- con el afán por parte del tandem creativo de hacer eco al humor alburero y guarro de las comedias que los hicieron famosos. Pero a Hernandez y a Rivera les falta la suspicacia que le sobraba, pésele a quien le pese, al Güero Castro.

Nacho Libre (EU, 2006). Segundo largometraje de Jared Hess, que cuenta las aventuras de Ignacio, robusto fraile que mientras prepara los alimentos para los niños del horfanatorio en el que sirve sueña con ser un campeón de lucha libre para así sacar de la miseria a su congregación y de paso impresionar a Sor Encarnación, la monja de la cual está enamorado. Con esta película Hess sigue cultivando el tipo de comedia que había iniciado en “Napoleón Dinamita” (EU. 2004), su primer largometraje, un tipo de comedia medio freak, protagonizada por personajes marginados y ubicada a medio camino entre el humor malicioso y la candidez. La película, a diferencia de “Los pajarracos”, es un divertido homenaje a esos personajes de la lucha libre propia de la cultura popular mexicana y es a su vez la aventura de un torpe, ingenuo pero muy perseverante pobre diablo que parece estar destinado al fracaso. Hess tiene estilo y eso se nota desde la bella secuencia de créditos iniciales, además de un sentido cinematográfico mucho más definido y una concepción de la comedia más simple: a primera vista el humor de “Nacho Libre” es de aliento infantil pero ese aliento, en Hess, no esta peleado con la irreverencia, la vulgaridad, la escatología, recursos estos que sabotean cualquier atisbo de sobre adulcoramiento. Así el joven realizador puede darse el lujo de hablar con una falsa inocencia sobre la atracción amorosa entre un fraile y una monja o hacer que el universo bucólico que la película presenta se violente por los tics característicos de personalidad medio bestia del protagonista. La película resulta una obra sencilla y redonda, enriquecida con una serie de matices que van de la extraordinaria fotografía producto del mexicano Xavier Perez Grobet a un soundtrack a tono con el personaje y su universo, pasando por el estupendo trabajo del actor cómico Jack Black, en gran medida, el que impone la dinámica de la narración.
(José Abril)

5 comments:

Anonymous said...

Los pajarracos es en esencia una película kitsch que revalora las luchas, pero está muy sobreactuada a lo general; El nacho libre es dentro de lo churro menos chafa que la de pajarracos, porque por lo visto es un buen intento del cine gringo de darle un lugar a los artistas mexicanos en su propio país, lease Ana de la Reguera con un papel de una monjita bonita.
Pero a lo sumo las películas de luchadores no se han reinventado como deberían porque han sido remixes de pose y no de contenido.

El diablo probablemente said...

Anónimo: perdón por diferir pero no creo que Los pajarracos pretenda recuperar el cine de luchadores...creo yo que lo que se trató de recuperar fue cierto tipo de comedia "gruesa" mexicana muy en boga en los 80s, pero se quedó en el intento. Y Nacho Libre personalmente no la considero un churro.
Rusted: Al contrario, Napoleon a mi no me gustó del todo, creo que fue una idea trabajada a tropezones y muy tópica respecto a cierto tipo de comedia "indie" (muy a la manera del Todd Solondz de "Bienvenido a la casa..."); Las producciones de MTV siempre me han despertado desconfianza. En ese sentido creo que Nacho es una película más definida y mejor resuelta. Creo que su principal atractivo radica en su sencillez de sustancia, de contenido, su ausencia de pretenciones, y para ser un película infantil no creo que necesite de los grandes postulados. Cuando de doblaje se trata difícilmente podemos hablar de una dirección de diálogos,pues muy poco ha quedado de las ideas del realizador original.

víctorhugo said...

¿perdón por diferir?

Anonymous said...

Te encargo veas jose abril, la película germano-israelí CAMINANDO SOBRE EL AGUA que está en el cicló alternativo de CINEPOLIS, tiene varios premios internacionales.

Anonymous said...

Otra película interesante es CAMINA SIN MI, que habla sobre los judíos etíopes que van a Jerusalén