Friday, November 03, 2006

Entre hadas y militares


Con “El laberinto del fauno” (México/España/EU, 2006) Guillermo del Toro continúa por ese camino que ha transitado desde sus inicios, el de las historias de horror sobrenatural y aventuras obscuras y fantásticas; camino, éste, al que se le ha identificado gracias a producciones tan populares como “La invención de Cronos” (1994), “Hellboy” (2003), “Mimic” (2001) o “El espinazo del Diablo” (2003). Pero ahora Guillermo del Toro le ha dado un giro al elemento fantástico, y es con ese giro que ha conseguido, tal vez, su obra más lograda y redonda, su película más compleja, quizá la más seria y adulta respecto a su contenido.

La película nos ubica en el contexto de la España que ve con tristeza el ascenso del General Franco, para desarrollar dos historia en apariencia contrastantes y opuestas, una de corte realista y la otra de corte fantástico, una de clara perspectiva adulta y la otra de frente al imaginario infantil poblado por seres mágicos y extraordinarios. Por un lado, presenta la historia de un militar franquista que tiene como objetivo eliminar a cada uno de los rebeldes opositores al régimen recién instaurado, que se encuentran ocultos en el bosque haciendo la resistencia; del otro lado se cuenta la historia de una niña, hijastra del militar, que se imagina como protagonista de un cuento de hadas, convencida de ser la reencarnación de una princesa que para poder acceder a su reino tendrá que sortear una serie de pruebas que un fauno, misterioso visitador nocturno de la pequeña, le ha impuesto. A pesar de estas diferencias en apariencia irreconciliables ambas historias logran coincidir de forma trágica e inquietante en el final de la película.

La película no es una historia fantástica al uso, como lo promete su título. Todo lo contrario, es una historia amarga que habla sobre la realidad, en este caso una realidad negra y cruel – ¿acaso hay de otra?- definida por la violencia, y sobre los mecanismos de la imaginación como mecanismos de defensa ante acontecimientos difíciles de comprender. Es esa imaginación, en este caso la de la niña protagonista, la que permite fabricar fantasías y abrir puertas hacia otros mundos para sobrellevar ese que dolorosamente le ha tocado vivir.

Por ello en la película lo fantástico no esta sólo para adornar y colmar de detalles extraordinarios el agresivo mundo que ante la perspectiva infantil se mueve en términos incomprensibles, sino también para trazar ese camino que conducirá a la protagonista hacia un trágico destino. En ese sentido, la película mas que ofrecernos una aventura iniciática sobre la pérdida de la inocencia en circunstancias que obligan a madurar a fuerza de golpe, nos plantea en el fondo que la fatalidad y la tragedia pueden llegar a ser elementos cómplices de ese estado de inconciencia y alienación que la fantasía proporciona. En este caso, la inocencia, pues, ha sido uno de los tantos factores que han provocado el trágico destino de nuestra heroína, y en gran medida el sabor agridulce que la película deja radica en ello.

Del Toro se ha superado a si mismo no solo en contenido, también en forma. Y es que El laberinto del fauno es su obra más lograda en términos visuales, gracias a una fotografía y a un diseño de producción extraordinarios que han podido recrear ese universo de pasajes obscuros y grises, ese bosque de dimensiones tenebrosas y la fortaleza militar como una siniestra guarida de seres despreciables. Lamentablemente esta solvencia visual no se mantiene en la conclusión, que en términos del argumento, creo, es perfecta, pero su puesta en escena es penosamente kitsch (ese final recuerda en mucho a la baratura “naif” del teleteatro fantástico del entrañable Cachirulo). No obstante este desliz, “El laberinto del fauno” es una obra valiosa, por demás recomendable.

(José Abril)