Tuesday, November 18, 2008

Top 10 de escenas terroríficas: 8

AUDICIÓN: CÓMO DUELE



El miedo al dolor físico, al sufrimiento, a ser objetos de las torturas más atroces ha estado en el centro del cine de terror prácticamente desde sus orígenes. De las buenas viejas películas no era tanto los seres sobrenaturales lo que nos atemorizaba sino las múltiples maneras con las que estos nos podían encaminar hacia la muerte. El fantasma, el vampiro, el autómata nos asustaba más por esa esencia y capacidad sádica que los hacía actuar para provocar ese dolor que inevitablemente preludiaba a la muerte. Pero esas múltiples maneras de hacer sufrir físicamente eran complementadas por nuestra imaginación, sádicos y masoquistas de closet a un tiempo y a fin de cuentas, pues la censura en buena parte nos invitaba a participar como espectadores en ese sentido.

A estas alturas el pudor ha terminado y presenciar el sufrimiento físico de los personajes, sin censura, sin elipsis, se ha vuelto materia prima del cine de terror contemporáneo. Del registro burdo y casi clínico del acto de tortura hasta puestas en escena de una estilización a veces pretenciosa, el asunto de ver cómo sufre una víctima (hombre y mujer, que el sufrimiento y la muerte ha dejado de ser una cuestión de género, como antaño) a manos de un verdugo bastante imaginativo al respecto se ha vuelto la columna vertebral dramática de un gran número de propuestas.

Nombres y títulos hay hasta para tirar al cielo, pero propuestas y realizadores notables no tanto. Uno de esos pocos que han logrado generar propuestas originales y sobresalientes estéticamente hablando e impactantes en su sentido dramático es el japonés Takashi Miike, y quien lo dude que revise esta joya, Audición (Japón, 2000), y especialmente la escena que hemos escogido para esta ocasión.

Audición es una suerte de versión de la muy mediocre Atracción Fatal (Lyne, 1987), pero corregida y aumentada, sin el tufo reaccionario y moralista, aunque apostando por la figura femenina como una fuente de maldad absoluta e irracional. Una suerte de broma cruel y negra en torno a un viudo ingenuo – y arrogante - que pretende mejorar el asunto de su vida sentimental como si de una sitcom romántica se tratara, queriendo conseguir a la sucesora de su esposa fallecida mediante un casting (de ahí la ironía del título) sin saber que entre las chicas que audicionan, ignorantes de tal proceso, encontrará el verdadero infierno del dolor y el sufrimiento, físico obviamente.

En Audición Miike no escatima en escenas de una resolución decadente y a veces manierista, en escenas ambiguas entre el sueño y la realidad, y detalles de una gran belleza formal y otros verdaderamente inquietantes como las imágenes de ese enorme bulto que se mantiene a un lado de la joven cuando está a solas en su departamento. Pero, es sin duda la parte clave de la película, ese momento en el que la joven empieza a desmembrar con hilo de acero al incauto una de las mejores. La joven vestida con una extraña indumentaria médica y una serie de artefactos que recuerdan al Cronenberg de Dead Ringers comienza esa suerte de tortura ritualizada con una actitud entre infantiloide y maliciosa, muy en deuda a la actitud de los psicópatas de Hooper de Masacre en Cadena. Personalmente, aún veo la escena y me eriza los vellos.

Para ver la escena aquí (1ª parte) y aquí (2ª parte)

(José Abril)

Monday, November 10, 2008

Top 10 de escenas terroríficas: 7

POLTERGEIST: ESE PAYASO TENEBROSO



Poltergeist (EU, 1982) supuso el ingreso de Tobe Hooper a la producción cinematográfica de ligas mayores. Un ingreso simbólicamente maldito, que tuvo su costo porque, contradictoriamente, a partir de entonces su debacle como un realizador competente comenzó y ninguno de los proyectos que desde entonces encabezó logró recuperar la fuerza perturbadora de Masacre… La película fue producida y escrita por Steven Spielberg; se dice, incluso, que el propio Spielberg fue el que concluyó la filmación pues Hooper debido a ciertas diferencias con respecto al guión tuvo que abandonar a medio camino la empresa. Sin embargo, aunque la mano de Spielberg se nota bastante en la mayor parte del metraje, la sensibilidad de Hooper se manifiesta en más de una ocasión, en ciertas escenas escatológicas por ejemplo, o en ese clímax de catarsis mortuoria, lleno de cadáveres putrefactos, lodo y tormenta, virulento y guiñolesco a rabiar.

Es la secuencia que marca el inicio de ese clímax de la que hablamos en esta ocasión. Aparentemente lo peor ya ha pasado, gracias a la intervención de Tangina (una sensacional Zelda Rubinstein, más siniestra que los propios espectros), una especialista en “limpiar” casas tomadas por espíritus chocarreros, y sólo queda la espera para la mudanza y la partida a otra casa más segura. Los niños están a punto de dormir mientras la madre toma una ducha relajante. Pero la presencia de un muñeco – payaso en la recámara inquieta a uno de los niños que desconfía totalmente de esa estirada sonrisa y esa mirada puesta fijamente en él. Y efectivamente, el muñeco resulta ser lo que el niño tanto sospechaba. El payaso adquiere vida e intenta ahorcarlo mientras los espíritus intentan recuperar a la niña que en escenas anteriores les habían arrebatado.

Si bien la película casi desde el principio ha jugado con el aura siniestra de ese muñeco, esta escena, en particular, maneja de manera afortunada un elemento muy típico en cualquier film de terror, casi infalible: el factor sorpresa. Generar en el espectador unas falsas expectativas para sorprenderlo mediante un detalle, en este caso la presencia del muñeco del que esperamos poco porque supuestamente todo ha pasado, y su repentina ausencia del mueble en el que se encontraba colocado que nos indica que, lamentablemente, las cosas no se resolvieron del todo. A partir de la revelación de esa ausencia física es cuando se inicia, ahora sí, el caos absoluto para esa familia que había confiado tanto en los no tan inofensivos juguetes y especialmente en su televisor.

(José Abril)

Tuesday, November 04, 2008

Top 10 de escenas terroríficas: 6

EL ESPEJO: DEGOLLANDO A LA GALLINA



Es probable que esto les suene a broma, a broma medio snob para ser precisos, pero el hecho de incluir una película de Tarkovsky en una lista de esta naturaleza tiene su fundamento. Veamos: Tarkovsky sinceramente siempre me ha gustado y, efectivamente, si hay un autor cinematográfico difícil de encasillar es él. Poco o mejor dicho nada tuvo que ver con el género que define a esta lista y si a caso tratáramos de ligarlo a uno en particular éste sería la ciencia ficción, por dos únicas aproximaciones que tuvo: Solaris y Stalker, aunque él mismo haya negado tal filiación.

Si las películas de Tarkovsky han provocado miedo es precisamente por su especial concepción del cine que espanta –y espantaría- a cualquiera que piense que las películas deben tener necesariamente el ritmo narrativo de una montaña rusa y el montaje “neo-barroco” (Calabrese dixit) de un videoclip. En ese sentido el cine de Tarkovsky tiene particularidades que suelen disgustar, asustar: es lento, contemplativo, a veces discursivo, sus narraciones tienden a economizar las elipsis y varias de sus escenas están planificadas en función de eso que algunos teóricos llamaban “tiempos muertos”, es decir, aquellos donde la acción en su sentido más literal brilla por su ausencia.

Pero es todo eso lo que hacía de Tarkovsky un director puramente cinematográfico. Creía plenamente en la forma, tenía un gran sentido de la composición y del montaje interno, y cada uno de sus muy frecuentes y larguísimos planos-secuencias eran por sí solos obras maestras de una fuerza, una expresividad y elocuencia que cuestionaban incluso el funcional montaje externo del plano – contraplano. Y no obstante su muy marcado estilo, Tarkovsky nunca fue proclive al regodeo, a la autoconciencia arrogante que a veces ostentaban cineastas como Bergman, por ejemplo,-por mencionar uno de los que podrían tener puntos de comparación- que si bien nos dio grandes películas, en algunas ocasiones se inclinó por el “Bergman creyéndose Bergman” ¿Qué es, si no, ese teatro filmado de El rito -por mencionar una?).

Bueno ¿Pero que tiene que ver Tarkovsky con el terror? Repito: genéricamente nada, o casi nada. Pero de que Tarkovsky tenía una enorme capacidad para crear pasajes bastante inquietantes, sombríos, cercanos a los ambientes propios de cualquier buen film de horror queda demostrado en varias de sus películas. Las escenas apocalípticas y dantescas de Andrei Rublev (1966), las secuencias al interior de La zona en Stalker (1979), la escena en la que mediante un televisor se anuncia el fin del mundo en Sacrificio (1986) o los diferentes pasajes oníricos, cercanos a la pesadilla, en El espejo (1974).

De esta última hay una parte que especialmente me resulta fascinante por dos cosas: esa capacidad de Tarkovsky de apelar al espectador tomándolo de sorpresa, rompiendo esa cuarta pared de la pantalla, en una cuestión de segundos, y su capacidad por dotar un evento hasta cierto punto simple de una fuerza perturbadora y misteriosa. Todo consiste, pues, en la mirada, o más bien en el cómo se nos mira a nosotros desde la imagen. Una vecina pide a Margarita Terejova (actriz que interpreta tanto a la madre como a la esposa del narrador) degollar una gallina argumentando que debido a su embarazo el sólo hecho de pensar en hacerlo ella le provoca nauseas. La mujer, a duras penas, acepta y con machete en mano logra terminar con la vida del animal. El degollamiento se realiza en el fuera de campo y sólo veremos el close up de la Terejova subiendo, con un efecto de ralenti casi imperceptible, su rostro hasta dirigir la mirada hacia la cámara, hacia nosotros, esbozando una leve sonrisa más que maliciosa; su rostro se ha distorsionado por las sombras que provoca una luz por debajo del eje que la ilumina de una manera cercana a lo siniestro y las plumas del animal recien degollado flotan lentamente a su alrededor como si de una densa neblina se tratara.

Es una pena que no haya podido ni encontrar ni colocar la escena, porque la descripción anterior le queda muy, pero muy corta. Vista la escena, el efecto es bastante fuerte; por lo menos a mí esa imagen me resultó terrorífica y me ha obsedido desde que vi por primera vez la película, o sea, hace bastantes años.

(José Abril)