Saturday, December 31, 2011

2011


“…no pude ver todo el cine que debí y quería ver, pero espero que este 2011 pueda desquitarme.”Así concluía mi revisión del año pasado, y al respecto hay que señalar que no pude desquitarme. Dándole continuidad a mi pesimismo vale decir que, a manera de novedad, la de abajo es una lista no de lo mejor del año, sino de lo mejor de lo que alcancé a ver, que es muy diferente, y que no es una lista elaborada sólo con películas proyectadas en salas de cine, porque pretender hacerlo la cantidad de películas, creo, no llegarían ni a las cinco. Es, por lo mismo, una lista completada con estrenos tanto en salas de cine local, proyecciones especiales bajo el contexto de festivales y estrenos en dvd. 2011, entonces, se acabó y esto fue lo que ante mis ojos pasó. Como sigue:

1. Copia fiel (Francia/Italia/Irán, 2011), dir: Abbas Kiarostami.

2. De dioses y hombres (Francia, 2010), dir: Xavier Beauvois.

3. Invierno Profundo (EU, 2010), dir: Debra Granik

4. El árbol de la vida (EU, 2011), dir: Terence Malick

5. Temple de acero (EU, 2010), dir: Hnos. Coen

6. Super 8 (EU, 2011), dir: J.J. Abrams

7. Rabia (México/Colombia, 2010), dir: Sebastián Cordero

8. La mujer que cantaba (Canadá, 2010), dir: Denis Villeneuve

9. Miss Bala (México, 2011), dir: Gerardo Naranjo

10. Los chicos están bien (EU, 2010), dir: Lisa Cholodenko

(José Abril)

Wednesday, August 03, 2011

Carteles cinematográficos de colección / II

Con perdón de Jonas Mekas, ideólogo fundamental del llamado Underground neoyorkino, pero pecando de blasfemo las películas de Andy Warhol siempre me han parecido poco más que extravagantes –y muy aburridas- ocurrencias engaña esnobs que iban – y aún hoy van – con bandera de modernos. Warhol de seguro, siendo congruente con su particular manera de ver el arte y la vida, era consciente de ello, y no en vano dirigía su cámara de 16 mm a esa fauna que como borregos lo idolatraban y seguían. El perdón y Mekas viene a cuento porque él, Mekas, este sí cineasta interesante, parecía ver en los experimentos cinematográficos de Andy Warhol la quintaesencia de un nuevo –y libre- cine americano.

Aclaro: de la vasta “filmografía” del pintor, serigrafista y fotógrafo quizá sólo he visto la cuarta parte. Y prácticamente todo lo que he visto me ha parecido una insistencia por regresar a la pre-historia del cine. Warhol, pues, parecía sentir nostalgia por los Lumière. Técnicamente hablando, claro; temáticamente era, evidentemente, un asunto radicalmente distinto. Resulta irónico que su cine empieza a tornarse más o menos interesante, más o menos gracioso, cuando decide pasar la cámara, aunque no la marca de la casa (o sea el crédito principal), a Paul Morrissey.

Chelsea girls (EU, 1967) supuso el salto de Warhol de su célebre Factory improvisada en exclusiva sala de cine y centro nocturno “arty” a las salas de cine hechas y derechas. Dicen quienes se han tomado el tiempo en analizar a profundidad la íntegra producción cinematográfica del artista -Stephen Koch a la cabeza, con su ilustrativo libro Andy Warhol Superstar (Anagrama, 1987)- que la película supuso la consagración de Warhol como auténtico cineasta experimental, con una radical propuesta formal consistente en dividir la pantalla en dos partes y proyectar simultáneamente en cada una de ellas sketches que lo único que mantenían en común era la locación, es decir el mítico hotel que se anuncia en el título (que por cierto acaban de cerrar).

Chelsea girls en la actualidad es difícil de visionarla tal como la montó el propio Warhol durante los días de su estreno, pero es fácil poder ver por separada y de forma fragmentada –cosas del ciberespacio- todos y cada uno de los cuadros que daban consistencia a la propuesta. ¿El contenido? Nada que no hubiera ya contemplado el propio Warhol con su pequeña cámara anteriormente: travestis, yonquis, pobres-niñas-ricas, chichifos, un(a) que otro(a) icono del rock en ascendencia, que pasaban con facilidad de la pasividad extrema a la histeria más irritante. Vaya, la película, pues, no pasa de ser un The best of… warholiano.

Independientemente del mucho o poco interés que pueda contener Chelsea girls nos ofreció como producto una de las mejores cartas de presentación, este extraordinario afiche que en su diseño, en la ilustración, deja muy claro de qué va Warhol con su tomavistas: auténtico voyeur de la extravagancia.

Ignoro si el autor del cartel haya sido el propio Warhol. Es muy probable. De cualquier forma resultó más interesante que la propia película que publicitaba.

(José Abril)

Wednesday, July 20, 2011

Flashback 15: Picnic en Hanging Rock


A las pruebas hay que remitirse: es casi seguro que el nombre de Peter Weir esté condenado a su relación con dos únicas películas aunque su filmografía sobrepase la decena. Exacto, atinaron: La sociedad de los poetas muertos (1989) y The Truman show (1998), insufrible la primera, interesante la segunda. Pero dado el éxito taquillero y oscarizado que representaron ambas provocaron el olvido de que Weir es un cineasta lo suficientemente competente como para ofrecernos películas infinitamente superiores a las señaladas. Gallipoli (1981), El año que vivimos en peligro (1982), La última ola (1977) están ahí para no dejarnos mentir.

Peor aún, tal éxito prácticamente propició que de la memoria cinéfila desaparezca lo que para nuestro gusto es la mejor obra del realizador australiano: Picnic en Hanging rock (Australia, 1975), la tercera en su filmografía pero la primera a considerar como una contribución importante al cine mundial y al fantástico en particular.

Y es que Picnic en Hanging rock no es lo que parece a simple vista: una película “de calidad” al uso, con una acertada, correcta ambientación y recreación de época a lo James Ivory (no hay que olvidar que se trata de la adaptación de una más o menos célebre novela ubicada a principios del XX) y con una fotografía que tiende por momentos a cierto esteticismo paisajístico en la línea de cualquier postal turística. Muy por el contrario, se trata de una historia de aliento chejoviano (ese día de campo de jovencitas aristócratas celebrando el día de San Valentín como motivo trágico y telón de fondo a un tiempo) pero trastocado por un obscuro e irracional acontecimiento que transforma de manera terrible las vidas de los personajes (femeninos, casi todos) indirectamente relacionados en el asunto.

Es a partir de la misteriosa e inexplicable desaparición de cuatro jóvenes estudiantes de un exclusivo colegio, en el lugar que el título anuncia, que Weir desarrolla la crónica de la devastación psicológica y sentimental de un puñado de mujeres que encontrarán la locura, la muerte y la frustración amorosa. Y con ello Weir nos ofrece una fascinante pieza que fácilmente se ubica entre el horror más sutil aunque no por ello menos inquietante y la subyugante puesta en imágenes que apuesta por un estilo contemplativo para de la naturaleza extraer no sólo cierto aliento poético sino también ciertas pulsiones delatoras de una fuerza inaprensible, inexplicable que emana de forma hipnótica de los detalles menos esperados.

Sin temor a exagerar: Picnic en Hanging rock casi hizo que Weir se acercara al Ingmar Bergman de Gritos y Susurros (1972) y al Robert Altman de Tres mujeres (1977), y ya de plano si nos ponemos a delirar, no dudamos en afirmar que se le adelantaba tantito al David Lynch de Twin Peaks (1989). Ni modo, cosas del entusiasmo…

(José Abril)

Thursday, June 23, 2011

Diez apuntes para debatir


Nuevamente es la revista electrónica Miradas de Cine la que nos ofrece material para cuestionar. En esta ocasión através de un debatible y –hay que decirlo- fascinante dossier sobre el cine de terror de los últimos diez años. En él encontrarán ensayos generales sobre la actualidad del género y análisis particulares de películas que –según la óptica de la revista- son las representativas. De todo el material es uno en especial que ha llamado mi atención: Diez apuntes para una década de terror, en el que se pretende pasar lista a los (10) aspectos que han caracterizado al género en la primera década del presente siglo y, por ende, los que han marcado inflexiones sustanciales.

Como siempre pasa en este tipo de reflexiones, de estos diez puntos clave, hay algunos que están en su justo lugar (Takashi Miike, por ejemplo) y otros que se benefician por pecado de la sobrevaloración. Vamos, que ni creo que Rob Zombie deba venerarse como figura paradigmática ni que la llamada Torture porn destile la carga subversiva que se le atribuye, tampoco pienso que el horror francés deba mirarse como la Nouvelle vague de género (España, según la misma lógica editorial, haciendo de voz secundaria) ni que El proyecto de la bruja de Blair haya hecho más bien que mal en lo que a estilemas del terror cinematográfico de la última década se refiere.


Pero bueno, mejor lean y opinen. Aquí el texto completo.


(José Abril)

Monday, May 30, 2011

Carteles cinematográficos de colección / I

Con el propósito de mantener vivo este espacio y terminar un poco con la inactividad que lo ha caracterizado en los último meses, abrimos una sección nueva. La he llamado Carteles cinematográficos de colección y en ella trataremos, de vez en cuando, de pasar lista a aquellos carteles de películas que han sobresalido, desde el punto de vista de un servidor, por su propuesta gráfica. No soy diseñador ni un especialista en la materia –hay que aclararlo-, pero sí me considero un aficionado en el asunto (de hecho mi primer trabajo, hace ya algunos años, se relacionaba con ello) y también un maniático del coleccionismo de imágines y afiches de, por lo menos, aquellas películas que me obsesionan. La idea, pues, es tratar de hacer breves, muy breves reflexiones, sobre lo que hace sobresaliente a ese objeto que sirve como carta de presentación de un film.

Soy de la idea de que la tradición del extremo cuidado que antes imperaba en la confección de un cartel se ha ido perdiendo y la idea, también, es hacer un poco de arqueología en ese sentido.

En esta ocasión hemos escogido este extraordinario cartel alternativo de este clásico de Brian de Palma, Carrie (EU, 1976), que mediante la ilustración y pocos elementos se recrea la escena clave, climática de hecho, de la película. Tributaria a la estética propia de las portadas de las novelas pulp el diseñador (que desconozco) ha puesto en papel los colores y las figuras (la silueta de, evidentemente, Sissi Spacek, el rojo de la sangre sobre un fondo negro) que remiten al resquebrajamiento emocional de ese personaje víctima del bullying psicológicamente más violento que nos ha ofrecido el cine de terror.

(José Abril)

Sunday, May 22, 2011

Una breve / IX


Que el cine de acción (o de aventuras o fantástico, o póngale el término que guste para inventar un nuevo género) ha encontrado en el comic una fuente inagotable de historias es cierto. Pero también lo es el hecho de que en él ha encontrado una mina de oro, si lo vemos desde el punto de vista de la casa productora, porque de que cualquier adaptación ya tiene su público, cuantitativamente enorme, asegurado es también una verdad a toda luces. Poco importa que a los fans del comic, que abundan, queden satisfechos o no con la adaptación, su presencia en las salas de cine está garantizada.

Personalmente al asunto del comic hace muchos años le perdí la pista, y hay adaptaciones cinematográficas que se han hecho a partir de productos de viñeta y onomatopeya que prácticamente me resultan ajenos, por desconocidos.

Me dicen que Thor, por ejemplo, es un clásico, pero siendo francos a dicho personaje no lo hacía en la “órbita pop” hasta que salió la muy reciente versión cinematográfica. Y por lo mismo, si la película es mucho o poco o nada fiel al original, pues la verdad es algo que me parece irrelevante, tanto como cuando de adaptaciones de productos literarios se trata.

Creo que hay que ver el producto como lo que es: una película, con los recursos propios que han hecho del cine un lenguaje, y el aprovechamiento que el realizador en cuestión ha hecho de ellos. Cosa que no sucede con Thor (EU, 2011), película torpemente fragmentada en dos partes, torpemente, también, actuada. Vaya, para decirlo pronto: que Thor parece una película producida por Dino de Laurentis (qpd) con todo y su regusto kitsch por la estética exótico-medieval para imaginarse futuros (im)posibles. ¿Y Kenneth Branag, el realizador? Pobrecito, supongo que pensaba que trabajaba con sus habituales materiales de vuelos shakespeareanos.

(José Abril)

Tuesday, May 03, 2011

TV-autor(es)


Dicen los exagerados que en la actualidad la televisión (mayoritariamente estadounidense, hay que ser claros) ha superado –o está en vías de- al cine en cuanto a calidad se refiere. Digo “exagerados” porque personalmente no estoy muy de acuerdo en tales afirmaciones. Es cierto, que ahora podemos encontrar múltiples y variadas opciones por demás interesantes del serial televisivo no cabe duda y que cada vez éstos y sus creadores no escatiman en cuanto a técnicas de realización, también. Pero sigo pensando que pese a sus evidentes parentescos el cine y la televisión son cada uno de ellos de naturaleza muy distinta y me reservo las ideas de argumentación para otro post.


Bueno, a qué viene esto. Javier Alcácer, en la revista digital Otros cines (ver link en la columna derecha), nos ofrece una interesante –quizá por lo mismo algo discutible- reflexión (la primera, de varias partes) sobre una cuestión que hasta no hace mucho, hablando de medios audiovisuales, concernía sólo al cine: el autor, y en el sentido “nuevaolero” de la palabra. ¿Es posible hablar de “autor” en ese sentido si analizamos televisión? Alcácer incia la reflexión a propósito de esa (aquí sí) interesante serie que es Mad Men.


El texto completo aquí.


(José Abril)