Thursday, March 30, 2006

Brokeback

En esta semana que corre se ha estrenado, por fin, en nuestra ciudad la esperada película Brokeback mountain. Detrás, la película trae consigo una buena cantidad de premios internacionales, otras tantas nominaciones al oscar, variadas polémicas a nivel mundial, aprobaciones de críticos y espectadores entusiasmados, desaprobaciones a priori o a posteriori de indignados grupos conservadores, y múltiples rumores que de manera fiel o distorsionada, mediante el escarnio o la seriedad anunciaban ya su contenido. La película ha tenido tal impacto mediático, social y cultural, que a estas alturas uno podría jurar la conoce de principio a fin sin haberla visto. Un grave error sería quedarse con esa sensación, y conformarse con las versiones que sólo vienen a simplificar una obra por mucho compleja, interesante no solo por el motivo dramático que tanta curiosidad ha despertado sino por todo lo que lo rodea argumental, técnica y estéticamente hablando.
Efectivamente, si nos quedamos en la pura superficie, podemos decir, repetir talvez lo ya dicho: Secreto en la montaña (EU, 2005), adaptación de una novela corta de Annie Proulx, es una historia de amor entre dos vaqueros. Una historia sentimental entre dos hombres que descubren su atracción mutua y que la mantienen a lo largo de 21 años, de 1963 a 1984, yendo y viniendo entre Texas y Wyoming, oscilando ambos entre sus respectivas obligaciones conyugales y sus inconfesables urgencias eróticas, a medio camino siempre entre la abierta disponibilidad de uno, Jack Twist, y la reticencia, el temor y la inseguridad del otro, Ennis del Mar.
Pero sería injusto reducir la lectura sólo en ese sentido. Porque Ang Lee el realizador, no presenta un simple y complaciente western visto desde una perspectiva gay, ni tampoco ironiza a cerca de figuras arquetípicas del cine norteamericano como lo es el vaquero; todo lo contrario, el realizador se ha apropiado de esos espacios y esa iconografía propia del western para desarrollar un conmovedor drama donde no tienen cabida ni los héroes ni sus edificantes aventuras porque ese mundo en el que se desenvuelven, hermético, conservador, prejuicioso, ortodoxamente religioso, machista, determinado por la ignorancia sólo parece dejar posibilidades para vidas grises y llenas de insatisfacción.
Así lo que a primera vista parecía ser una luminosa historia de amor poco a poco va descubriéndose como una dolorosa historia de una relación destinada al fracaso, marcada por la frustración. Elemento relevante en ese sentido es uno de los personajes y prácticamente el protagonista de la historia, Ennis del Mar, interpretado por Heath Ledger. Por este personaje la película puede apreciarse también como el retrato de una personalidad marcada de forma nefasta por los convencionalismos sociales que le impone su medio rural, una personalidad llena de temores inculcados por una sociedad hipócrita, una figura contradictoria, insegura, atenta al prejuicio de los otros, personaje de apariencia ruda pero frágil y temeroso ante sus preocupaciones por lo que los demás puedan pensar, figura que se niega al riesgo de ser consecuente con lo que siente y que cede mejor ante las tradiciones y reglas de una sociedad que lo desprecia, un personaje que se aísla y se encierra en si mismo ante el temor de aquello que quienes reprueban su actitud puedan hacer. Esa complejidad es lo que hace que el personaje sea el más frágil y conmovedor de la película, conmovedor, digo, en la mejor tradición de la cinematografía crítica de la sociedad norteamericana y que lo hermana con otros personajes del pasado como lo fueron el John Voight y el Dustin Hofman de Vaqueros de Medianoche de Schlesinger, el River Phoenix de Mi camino de los Sueños de Gus van Sant o incluso la Bjork de Cantando en la Obscuridad de Lars Von Tiers. Como aquellos directores, Ang Lee, se ha servido de este tipo de personajes y sus amargas experiencias en contextos muy específicos, para desmitificar esa idea de la América perfecta.
El realizador que ya había demostrado sus muchas habilidades para el drama cinematográfico con la extraordinaria Tormenta de Hielo (EU, 1998), hace de Secreto en la montaña, un relato medido, de una contención que neutraliza los excesos (la película bordea el melodrama sin serlo totalmente) y contribuye, de forma exitosa, a un efecto devastador en el espectador. Una de las tantas habilidades de Ang Lee como director queda demostrada en el final: son raras las obras que en sus últimos escasos minutos pueden sugerir –que no mostrar- con tal fuerza un futuro tan demoledor para sus personajes: Ennis del Mar seguirá siendo alguien que vive de la nostalgia, de lo que pudo ser y no fue, encerrado en si mismo y concesivo ante las reglas de una sociedad que lo ha incapacitado para ser feliz.
(José Abril)

Thursday, March 23, 2006

Q: Are we not men?/A: We are..!


Be like your ancestors
Or be different
Devo





¿Quién se acuerda de Devo? Es probable que muy pocos, por no decir nadie. En los años que corren donde el revival esta a la orden del día nadie se ha preocupado por homenajearlos, no han sido motivo de disco-tributo alguno, nadie les ha propuesto un reencuentro para sacarle plusvalía a la nostalgia y nadie se preocupa por hacerlos tema de tertulias musicales en encuentros improvisados. No nos incomodemos tanto: tal vez ese carácter efímero era parte de su muy peculiar proyecto artístico. Y es que a primera vista y oída Devo parecía ser un grupo que no se tomaba en serio, una broma musical de una pandilla de freaks salida de alguna ocurrencia cinematográfica de Ed Wood, tan naif como para generar la irritación y el desconcierto de una generación atenta a la agresividad punk.

Tampoco hay que dejarse llevar por las apariencias; en una ocasión un crítico recordaba a Devo más como un grupo de artistas que como una banda de rock, y, efectivamente, Devo siempre fue a lo largo de su muy corta existencia una banda conceptual, una propuesta de avanzada, incomprendida en su momento (los setentas y los primeros ochenta), y desconcertante en el desparpajo de su apariencia, de su actitud en escena.

Parte fundamental de ese concepto fue la imagen; precursora del videoclip, la banda desde sus inicios, la primera de caracter multimedia y en hacer uso no sólo de sus instrumentos, también del cine y del entonces naciente video, concebía sus discos como el soundtrack de sus muy originales propuestas audiovisuales, portadoras ellas de un iconoclasta universo que mezclaba la literatura de H.G. Wells, la ciencia ficción serie B y su estética kitsch, el espíritu dadaísta y el humor.

Un recordatorio de quién/qué fue Devo y qué fue lo que los hizo tan peculiares es Devo: The complete truth about de-volution, un dvd de reciente aparición donde se reúnen todos esos trabajos músico-visuales. El dvd incluye desde clásicos ya muy conocidos como Whip it (polémico videoclip por sus sugerencias sadomaso), Freedom of choice o la reinvención – que no cover- de Satisfation de los Stones, hasta cortes menos conocidos, prácticamente inéditos, como la grandiosa Mongoloid, en versión demo (mucho mejor que la de estudio producida por Brian Enno), con un formidables montaje de imágenes retro, e In the beginning was the end: the truth about de-volution, delirante videoclip que había sido concebido como un cortometraje musical libremente inspirado en La isla de las almas perdidas de Wells, que sirvió como tarjeta de presentación del grupo. El material ofrecido es bastante disfrutable (nostálgicos o no), manifiesta ese carácter extrañamente lúdico e imaginativo del grupo… pero, siendo realistas, es un material que ha envejecido bastante – ¿Qué vanguardia no envejece rápidamente?-. Eso sí, algo es irrebatible: aun vistos y escuchados hoy, con todo y las facturas que el tiempo les haya pasado, los Devo siguen siendo atípicos, bizarros, sin parangón. Únicos. (José Abril)


Thursday, March 16, 2006

Ojos que da pánico soñar...


Los que bien saben suelen señalar la década de los setenta como una etapa muy significativa para el cine de horror. Fue en esos años dónde el género tomó un nuevo y fuerte impulso, se reinventó a través de obras hoy paradigmáticas que se establecieron como la base de lo que podemos considerar horror contemporáneo. Curiosamente, esta suerte de sacudida, después de largos años de letargo, fue propinada no por el cine triple A (aquel que goza de grandes presupuestos, con directores y productores de primera y pensado para una distribución masiva) sino desde el humilde extremo opuesto que es la serie B, gracias a un puñado de nuevos realizadores que desde la independencia, el bajo presupuesto y, prácticamente, el anonimato lograron introducir al género sus ideas novedosas entonces. Obviamente, estas películas no tuvieron el impacto comercial de casos contemporáneos como El exorcista (Friedkin, EU, 1973) o Tiburón (Spielberg, EU, 1975) pero sí lograron establecer líneas seguidas años después, hasta el choteo, por el llamado cine mainstream.
En los años recientes ese cine de horror esta siendo tomado en cuenta. Y resulta irónico ver como esos productos ninguneados en su momento, innegables obras de culto, vistos con desprecio por la llamada crítica seria se recuperen a través del remake con presupuestos que superan en mucho los tres dólares con los que, en sus orígenes, habían sido facturados. Primero fue Texas chainsaw masacre (1974), de Hooper, motivo de una revisitación en el 2004 de la mano de un desconocido Marcus Nispel, y aunque el resultado, siendo honestos, fue bastante decoroso uno no dejaba de ver en el producto una innecesaria sustitución de los códigos que han permitido a la obra de Hooper su inquietante vigencia por otros más cercanos a la generación del videoclip. Después fue Amytiville horror (1979), de Rossenberg, una obra menor del género pero bastante eficaz en su idea de la posesión satánica, retomada en el 2005 en una versión de Andrew Douglas que acentúa sus muchas limitaciones.
Ahora le ha tocado el turno a The hills have eyes (1974), película que Wess Craven realizó el mismo año que Chainsaw…y que se ha mantenido en el culto casi a su mismo nivel. El remake se acaba de estrenar en Estados Unidos y quien encabezó el proyecto fue Alaxandro Aja, joven realizador francés que ya demostró sus muchas capacidades en la hiperviolenta Haute tensión (Francia, 2005), película de la que hablamos ya en este espacio.
Hay que ver si Aja logra ya no superar sino igualar los alcances del ahora disparejo Craven. Mientras ese momento llega podemos recordar que Las colinas tienen ojos (título en español) era una variante mucho más elaborada de La última casa a la izquierda (1972), chatarrero pero genial debut de Craven (que era a la vez una suerte de remake no confeso, hipertrash e hiperviolento, de ¡El manantial de la doncella de Ingmar Bergman! ), donde una familia en principio armoniosa y pácífica se ve obligada a mostrar su rostro más primitivo y depredador por venganza y sobrevivencia. La película era bastante rica en ciertos detalles que Craven introducía, sobre todo esa ubicación de la historia a medio camino entre la ironía y el angustiante tono de la agresión unilateral al principio (en escenas de tensión insostenible) y recíproca después entre dos familias confrontadas física y simbólicamente: una, la típica y en apariencia equilibrada familia de clase media blanca, en principio la víctima, que se ve en la penosa, luego trágica situación de improvisar un pic-nic en medio de un devastado y apocalíptico paisaje desértico, la otra, sus verdugos, la atípica familia de freaks medio bestias en actitud y medio subnormales en apariencia, aves de rapiña ocultos entre las colinas en espera de abastecimiento, sin percatarse que los “otros”, sus antojables víctimas pueden tener la misma garra. El propio Craven realizó una secuela (The hills have eyes II) en 1982 con menos fortuna.
Esperemos, entonces, el remake de Aja, y no nos extrañe que pronto se anuncie un remake de Halloween (Carpaenter, 1975), Alarido (Argento, 1978) o Siamesas diabólicas (De Palma, 1973). (José Abril)