Monday, July 18, 2005

El horror de los Friedman


Durante buen tiempo el documental se mantuvo ajeno a la corona de la popularidad y al camino de una digna distribución comercial. La idea prejuiciosa de que el género de la llamada también no-ficción estaba destinado a un público reducido, a circuitos especializados y con objetivos muy específicos (científicos, didácticos, divulgativos) lo condenó prácticamente al ninguneo de las masas y al simbólico sótano de las películas consideradas aburridas de antemano, esas a las que habría que sacarle la vuelta. Ahora las cosas parecen haber cambiado y la no-ficción expande su territorio a pasos agigantados que abarca propuestas experimentales y harto interesantes hasta sus versiones vulgarizadas y banalizadas por la TV. Querámoslo o no, Michael Moore tuvo bastante que ver en esto, pues su particular concepción del género (cero solemnidad, mucho humor e ironía sin perder la agudeza crítica y la mirada diseccionadora) vino a devolverle ese carácter casi popular del que ahora goza.
Retratando a la familia Friedman (EU, 2003) en gran medida se ubica dentro de este, llamémosle, nuevo documental gringo: al igual que Moore o también Morgan Spurlock (Super size-me, 2004), Andrew Jarecki, su director, asume cierto desenfado y cierta mirada irónica en el abordaje de un tema por demás escabroso, en este caso la reacción de los integrantes de una familia al descubrir que su miembro central, el padre, es pederasta y objeto de investigación de una serie de hipotéticas violaciones a varios niños del barrio; pero aquí encontramos una notoria diferencia: el protagonismo y la omnipresencia característicos de aquellos (especialmente en Moore) ha sido desplazado a los objetos mismos de esta filmación: los Friedman.
Jarecki recolecta las voces testimoniales de un apocalipsis doméstico como si su cámara fuera un terapeuta, indaga entre los propios archivos filmográficos de la familia (películas caseras en súper 8 o video sobre el quehacer cotidiano de los Friedman) y los monta armando el rompecabezas de este proyecto de familia ideal malogrado ante sus terribles contradicciones y su inevitable agonía. Uno de los logros del trabajo es la saludable neutralidad del tratamiento que no impide el uso lúdico del material de archivo del pasado de los Friedman, dándole al documental, en algunos momentos, el aspecto de típica comedia televisiva de los sesenta; neutralidad también que impide el asomo del tono alarmista de reality show o la posible desmitificación panfletaria de la institución familiar; por el contrario: lo que en un principio podría parecer el retrato perverso y retorcido de una típica familia americana clasemediera a la manera de las viejas historietas de Robert Crumb se revela después como el sentido testimonio de los integrantes de una familia aferrada a negarse a su desmoronamiento.
Retratando a la familia Friedman no se conforma con presentarse como una especie de lamento coral que emerge de los restos de un derrumbe implacable. Poco a poco el documental va manifestando su línea denunciativa, y su veta màs inquietante, pero no en relación a la pedofilia, algo que tanto preocupa a los gringos por cierto. Sorpresivamente la denuncia de Jarecki va en otra dirección, pues su documental poco a poco va poniendo al descubierto los mecanismos de la paranoia social y el sistema judicial norteamericano que se determina por ellos. Aunque al Sr. Friedman (que muere en la cárcel de infarto en las peores condiciones) le resultó difícil ocultar su antes secreta atracción por los adolescentes, el realizador pone el acento en lo impreciso de las premisas del caso y evidencia que el delito de violación y pedofilia en cuestión, devastador emocionalmente hablando para los Friedman, sólo ocurrió en las fantasías persecutorias de aquellos que desarrollaban la investigación. Jarecki y su documental terminan por recordarnos que de vez en cuando la realidad pareciera ser una simulaciòn de un relato de Kafka. He aquí, pues, el verdadero HORROR... (Por José Abril)

1 comment:

Manuel said...

A mi lo que me parece es que hablas con certeza de asuntos que en el documental no lo son, y que creo yo -personalmente- que es de los aciertos principales de la película. Que maneja asuntos, bareajea cartas que nunca te dan respuestas claras y es lo que lo hace inquietante y conmovedor al mismo tiempo. Hay algo de podredumbre en el fondo, pero no sabes de dónde viene exactamente porque hay cierto amor por lo no dicho.
En fin, diferentes lecturas de un trabajo interesantísimo.